Habiendo leído algunos textos sobre liderazgo y biografías de varios personajes significativos de la historia de la humanidad, he concluido que los verdaderos líderes, aquellos que suelen presentarse como ejemplo a seguir y que por tanto valdría la pena imitar, comparten una característica común: anhelan ser dignos, quieren ser merecedores de lo que tienen; por tanto, son auto-críticos y trabajan duro en construir una mejor versión de ellos mismos.
Creo que, al menos en el caso de grandes líderes, más que una cualidad, se trata de una actitud ante la vida que les invita a confrontarse permanentemente, a reflexionar con regularidad sobre sí mismos para buscar la respuesta a preguntas, no solo sobre lo que quieren lograr, sino, y más importante aún, sobre quiénes son y la clase de líderes que deberían llegar ser.
Si bien supongo que dicha reflexión sobre la propia identidad y el propósito de vida, tarde o temprano le llega a la mayoría de las personas y no es exclusiva de líderes, es más importante para quien ostenta una posición de liderazgo, dado su rol en la transformación de vidas y en la construcción de un mundo mejor.




En un mundo donde la mayor parte de lo que sucede está por fuera de nuestro control, la incertidumbre es la regla y hay múltiples tensiones opuestas, es normal que haya razones objetivas que expliquen por qué algo a lo que nos comprometimos, o algo que nos habíamos propuesto, no haya sido logrado; de hecho, a todos nos pasa. Sin embargo, creo que es problemático cuando, el no alcanzar resultados, es algo que ocurre de forma sistemática, y cuando las excusas o señalamientos, con un alto componente de subjetividad, se convierten en la norma para enfrentar o explicar lo sucedido.
Creo que hoy en día resulta muy claro que el servicio al cliente puede convertirse en un diferencial en la estrategia de cualquier compañía, y que a través de éste (el servicio) una organización puede posicionarse con fuerza en la mente de sus clientes, y ganar el favor y la lealtad de estos. Es, sin duda, una idea bastante difundida. Sin embargo, tal nivel de difusión, tan ricos y variados argumentos, y tan amplia oferta, al menos en mi experiencia, no parecen haber sido suficientes para que el concepto del servicio se haya interiorizado en la mayoría de las organizaciones que conozco o he conocido, y en consecuencia la orientación al servicio no se siente, y muy pocas veces, como cliente, he llegado a experimentar esa clase de servicio en el que la compañía que lo presta trasmite un genuino interés por mis necesidades y preocupaciones. Basta con recordar, solo por poner algunos ejemplos, las muchísimas veces en las que el cajero del banco no me miró a los ojos y a duras penas, de forma casi forzada me dio un saludo; o aquellas en las que al comunicarme con el canal telefónico de mi compañía de televisión por cable
La primera vez que leí la carta a García
En la noche que me envuelve,
Anori siempre fue un esquimal muy progresivo, desde muy pequeño afirmaba que el principal problema de su tribu, los Iñupiaq de Groenlandia, era el de rechazar el uso de la tecnología en la caza tradicional de narvales y focas leopardo. Decía que, al crecer, recorrería el mundo y aprendería el uso de las más modernas herramientas e invenciones humanas y las traería a la aldea para actualizar las tradiciones.
Pero sucedió que, el yate encalló en el hielo y su casco se rompió por el frío; el rifle apenas logró lastimar a la ballena, pues el primer disparo, por el frío al parecer, salió más alto de lo esperado, y su ruido alejó a todos los animales durante días; y las herramientas no pudieron operar porque en la aldea no había energía eléctrica.

