¿Para qué sirve la Utopía?
Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos y ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la Utopía? Para eso sirve: para caminar
Esta maravillosa descripción, expresada por el director de cine argentino Fernando Birri[1], deja en claro que la Utopía vive en el futuro, es demasiado lejana, y es por tanto inalcanzable; pero es a la vez motivadora, y tiene la capacidad de influenciar nuestras acciones en el presente.
Compartiendo un poco de mi experiencia personal debo decir que, en el pasado, cada una de las decisiones más importantes de mi vida las tomé pensando en el futuro, un futuro que se dibujaba a través de la Utopía. Cuando elegí la carrera que estudié, o cuando decidí dejarla atrás, cuando le propuse matrimonio a mi esposa, o cuando decidimos tener hijos, cuando acepté cambiar de trabajo, o cuando decidí abandonarlo para iniciar mi propio negocio. Todas estas decisiones tenían consigo una visión utópica del futuro, claramente positiva por demás, una visión de un mundo mejor a aquel en el que vivía.
Lo que hoy en día hago, donde he llegado, lo que tengo, es consecuencia, casi enteramente, de las decisiones que tomé en el pasado, y sin importar si en realidad llegué a vivir, a tener, a hacer o ser lo que soñaba cuando tomé dichas decisiones, el hecho es que la imagen del futuro que en su momento forjé es lo que me trajo aquí, y es la imagen que hoy tengo del futuro, la que me proyecta nuevamente, la que me hace tomar nuevas decisiones y la que me llevará allí donde he de llegar.
Más allá de mi experiencia personal, me parece claro que, parte esencial de la naturaleza humana es que nos proyectamos en el futuro (a través de la Utopía) y en cierta medida dependemos de él, de hecho creo que el futuro tiene tal poder, que perderlo (o al menos perder la capacidad de proyectarnos en él) conlleva a la desesperación. Es por ello que, cuando a una persona se le informa que está desahuciada, empieza a actuar de forma errática, inesperada, haciendo cosas que normalmente no haría, y si se le presenta la oportunidad, ensayará cualquier tratamiento que le dé la esperanza de tener un futuro, sin importar cuan doloroso o difícil sea, se aferrará a esa esperanza con todas sus fuerzas.
Así las cosas, diría que nuestra posibilidad de tener un futuro mejor depende de nuestra capacidad de soñar mejores utopías, y en tal medida dicho futuro está limitado únicamente por nuestra capacidad de seguir lo que soñamos. Si bien, uno es del tamaño de sus pensamientos, su futuro será del tamaño de las utopías que logre soñar y el empeño que ponga en lograrlas.
Siguiendo tal idea, se me ocurre que, lo que define a una persona no es solo su capacidad de soñar utopías, sino, y más profundamente, la pasión y constancia que pone en lograrlas.
Si bien todos soñamos utopías, no todos logramos darles forma, y claramente no todos avanzamos hacia ellas con la misma intensidad. Quizás sea porque perseguir una utopía implica claridad en el sueño, poder darle forma o describirlo detalladamente, pero también, porque requiere de mucho trabajo y determinación.
Quizás también, porque hay una poderosa oposición a las Utopías, como cuando algunos padres (de seguro sin intención) le dicen a sus hijos que dejen de soñar y empiecen a poner los pies en la tierra; pero quiero referirme en particular a dos grandiosos enemigos: El Statu Quo y la Zona de Confort.
El statu quo, es como un estanque congelado, inmutable, quiere permanecer, y por ello vende la idea de que las cosas son como deben ser, que no hay nada que cambiar ni mejorar. Por su parte la zona de confort es cómoda, y no requiere de ningún riesgo ni esfuerzo alguno. Ambos, el Statu Quo y la Zona de Confort, buscan cerrar la mente y el corazón, y por tanto el futuro, a nuevas posibilidades.
Independientemente de las razones por las que la mayoría de los soñadores no nos lanzamos detrás de nuestros sueños, es afortunado ver que hay excepciones: tanto en el pasado, como en el presente, algunos visionarios, locos quizás, valientes de seguro, han perseguido con fuerza las utopías. Fue su búsqueda, su necesidad de abrir nuevos caminos, su lucha, su constancia, su determinación, la que abrió la puerta a nuevas posibilidades y realidades.
Hablamos de un tipo especial de persona, alguien con gran energía a la que basta una idea para lanzarse al vacío, alguien que no se conforma con el statu quo y a quien la zona de confort le estorba, alguien que cree que los sueños son posibles. No se trata en particular de un genio, ni de un santo, ni de un político, aunque podría ser un genio, un santo, un político, o incluso una persona normal, aunque no tan normal, pues este valiente, este visionario, este loco, es en realidad especial, dispone de algo de lo que no disponen los demás: tiene ansia; es como si tuviera permanentemente hambre y sed, y nunca fuera a estar saciado.
Y este loco, este valiente, este visionario tiene nombre: es un «EMPRENDEDOR»; en el sentido amplio de la palabra, mucho más que en el sentido estrictamente económico.
Hay una diferencia sustancial entre un soñador y un emprendedor: El emprendedor se atreve. Para el emprendedor, «imposible» no es un hecho, es una opinión; sabe que los límites de lo que puede lograr no son impuestos desde afuera, sino desde su capacidad de soñar e imaginar nuevas realidades. Su pasión y perseverancia constituyen la derrota del fracaso, e inevitablemente le conducen al cambio y al progreso. Cae y se levanta, y si vuelve a caer se vuelve a levantar. Lo hace porque más que esperanzas sobre el futuro, tiene Fe.
Y es que la esperanza es expectativa, mientras que la Fe es certeza. Así que el emprendedor persevera precisamente por esa certeza, por la confianza que más allá de los obstáculos, le esperan los nuevos horizontes soñados. En tal sentido, cada caída no es más que otro obstáculo que habrá de superar, no altera para nada el sueño ni lo distrae de él, solo lo retrasa.
Sea loco, valiente o visionario, el emprendedor es pragmático, no vive en abstracto, tiene la mente en el mundo real, pero mantiene su corazón en el mundo de los sueños. Su corazón está permanentemente conectado con la utopía. Su fortaleza radica en la intensidad de sus sueños y la constancia de sus acciones, por ello lo único que un emprendedor no está dispuesto a cambiar son sus sueños y sus ganas de lograrlos. La Utopía determina claramente el impuso que da a cada una de sus acciones.
Viendo a los emprendedores, creo que las Utopías pueden no estar tan lejos. Por ende lo único realmente lejano es el pasado (ya que no podemos volver a él para cambiarlo). Sin embargo, si bien el pasado es tan lejano, está presente, a través de la experiencia y también a través de los recuerdos. Incluso hay que reconocer que el pasado, al igual que el futuro, tiene poder sobre nosotros, pues puede doler, puede generar lastre e incluso inhabilitarnos, y esa puede ser otra razón por la que no nos lanzamos detrás de las Utopías: por miedo. Creo que nos pasa a todos, a veces quisiéramos dar marcha atrás, quisiéramos haber tomado decisiones diferentes o acciones diferentes; “si hubiera hecho”, “si hubiera dicho”, “si hubiera sabido” son frases difíciles que suelen aparecer.
Pero la buena noticia es que, si bien el pasado es inalcanzable y no se puede cambiar, el futuro nos da la oportunidad de resarcirlo, de enmendar lo que fue. Y he allí la belleza de la Utopía: que todas las posibilidades están abiertas. Es precisamente la idea de nuevas realidades inexistentes, la que conduce hacia un futuro mejor, y en el camino por alcanzarla se posibilita rehacer al menos parte de lo que hemos hecho, recuperar al menos parte de lo que hubiéremos perdido, retomar al menos parte de lo que hayamos abandonado. En resumen, si bien las utopías no cambian el pasado, pueden reconciliarnos con él y crear un nuevo pasado para nuestro futuro, al tiempo que nos crea un nuevo futuro. ¿Poderoso no?
Por supuesto hay riesgos en perseguir utopías, y en mi opinión el más importante es el de no disfrutar el camino, no aprender en él, y no apreciar lo que ya se ha conseguido. No obstante, yo admiro a los emprendedores porque creo que tiene más mérito intentar cambiar el propio destino que entregarse a la promesa de un destino, aunque sea feliz o grandioso y mucho más que rendirse ante un destino incierto, por creer que no se puede construir. Creo firmemente que el camino hacia el futuro no está construido, se forja con cada paso que damos. Y aún si el destino estuviese predeterminado, la manera en que recorramos el camino hará una enorme diferencia en cómo vivamos nuestro futuro y cómo recordemos nuestro pasado.
[1] Este texto sobre la Utopía, fue por error atribuido a Eduardo Galeano, el Poeta Uruguayo, sin embargo, Galeano fue solamente un testigo del mismo. Realmente es creación de Fernando Birri, quien lo pronunció en un encuentro con estudiantes en la ciudad de Cartagena, cuando ambos (Birri y Galeano) fungían como jurados del XXXIII festival de Cine de esa ciudad. Sugiero ver: https://youtu.be/GaRpIBj5xho
Cordial saludo. Me brindaron la oportunidad de leer su artículo. Le agradezco por tan valioso mensaje e invitación a caminar, a soñar y a vivir. Su mensaje reconforta y transmite energía. Gracias.