Resulta innegable la influencia que tuvo Martin Luther King en la historia reciente de los Estados Unidos y su legado a nivel mundial. Impresionantes son los resultados que alcanzó el Movimiento por los Derechos Civiles, del cual él era la cabeza más visible, especialmente frente a la magnitud de las dificultades que tuvo que enfrentar; el reverendo estaba claramente comprometido con su causa y tenía gran claridad del cambio que quería lograr. Igualmente es impresionante el hecho de haber sido ganador del nobel de paz con apenas 35 años, o haber recibido varios doctorados Honoris Causa durante su vida y haber sido nombrado el hombre del año por la revista Time en 1964, y todo eso antes de cumplir 39 años; así como el haber sido merecedor, de forma póstuma, de la medalla presidencial de la libertad (1977) y la Medalla de Oro del Congreso de Estados Unidos (2004).
Al revisar los métodos y tácticas del Movimiento de los Derechos
Civiles, se hace visible la presencia del líder: Planeaban con detalle cada acción, anticipando lo que podría ocurrir y, en
consecuencia, preparaban a su gente para que conocieran y supieran enfrentar
las diversas situaciones que llegarían a presentarse y cómo superarlas, ayudando
así a fortalecer su carácter y su convicción, preparándoles psicológica y
emocionalmente para las difíciles tareas que deberían enfrentar en su lucha por
los derechos civiles. Con ello, el Dr. King demostraba la aptitud de un
estratega, con una gran inteligencia emocional y una concepción táctica centrada
en la gente. Además, no pedía a nadie hacer nada que el mismo no estuviera
dispuesto a hacer (por su participación activa en muchas de las acciones
emprendidas fue arrestado en más de 20 ocasiones), así que, claramente sabía
que era trabajar en equipo y lideraba desde el ejemplo.
Y no solo se preparaba a la gente para la lucha, una de las
principales virtudes del reverendo fue prepararla para el perdón y para amar al
enemigo que habían combatido, así que es evidente que estaba preocupado por las
consecuencias que la lucha que se libraba por los derechos civiles traería a
las relaciones de largo plazo entre las facciones y personas que en dicha confrontación
participaron. Tal enfoque se puede ver con gran claridad en su libro “La fuerza
de Amar[1]”
donde escribió: “Diremos a los enemigos más rencorosos: A vuestra capacidad
para infligir el sufrimiento opondremos la nuestra para soportarlo. A vuestra
fuerza física responderemos con la fortaleza de nuestras almas. Haced lo que
queráis y continuaremos amándoos. En conciencia, no podemos obedecer vuestras
leyes injustas, porque la no-cooperación con el mal es, igual que la cooperación
con el bien, una obligación moral. Metednos en la cárcel, y aún os amaremos. Arrojad
bombas en nuestras casas, aterrorizad a nuestros hijos, y os amaremos todavía.
Enviad en plena noche a nuestras comunidades a vuestros bandoleros para que nos
apaleen y nos dejen medio muertos, y aún os amaremos. Pero tened la seguridad
de que os llevaremos hasta el límite de nuestra capacidad de sufrir. Un día
ganaremos la libertad, pero no será solamente para nosotros. Lanzaremos a
vuestros cuerpos y a vuestras conciencias un grito que os superará y nuestra
victoria será una doble victoria.”