Liderazgo

Concéntrate en el proceso, y también en el resultado

Por Carlos Francisco Restrepo P
Foto por Bob Brewer en https://unsplash.com/

Érase un hombre a una nariz pegado,

érase una nariz superlativa,

érase una nariz sayón y escriba,

érase un pez espada muy barbado;

era un reloj de sol mal encarado,

érase una alquitara pensativa,

érase un elefante boca arriba,

era Ovidio Nasón más narizado.

Érase un espolón de una galera,

érase una pirámide de Egipto,

las doce tribus de narices era;

érase un naricísimo infinito,

muchísimo nariz, nariz tan fiera

que en la cara de Anás fuera delito.

Tengo un vínculo personal con este texto, el famoso “soneto a una nariz”.  La cuestión es que mi mamá me lo leía con cierta frecuencia, afirmando, cada vez, que había sido escrito para mí. Seguramente fue por cuenta del prominente órgano que tengo pegado a mi cara.  

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Años más tarde me enteré que había sido escrito un tal por Don Francisco Quevedo en el siglo 17, quien, claramente no podría haberme conocido (aunque quizás sí podría haberme imaginado).

Pero mi mamá lo decía tan despreocupadamente, con tal delicadeza y amor maternal, que yo nunca sentí desprecio por mi nariguda nariz, ni complejo alguno por cuenta de que estuviera pegada en medio de mi rostro; tampoco me importaron las miradas curiosas y señalamientos que otras personas hicieron de ella al verla. Pienso que quizás, en el fondo, gusto de mi nariz, así que las 4 operaciones a las que me sometí, por cuenta de ella, no tuvieron que ver con su estética, sino con su funcionalidad; y cabe aclarar que, a pesar de éstas, nadie ha logrado que funcione correctamente. En consecuencia, en mi parecer, la única utilidad de mi nariz podría ser estética.

Pero si aprendí dos cosas de todo esto:

La primera es que uno tiene derecho a ser feo, pero no antipático, y que un poco de humor sobre los propios defectos es importante. Es decir, hay que cuidar la autoestima. Y eso es precisamente lo que mi mamá hizo conmigo.

Y es que la autoestima es clave para un adecuado desarrollo personal y profesional y es muy relevante para el ejercicio del liderazgo. La autoestima implica que uno se trata a sí mismo con amor y respeto, que es capaz de perdonarse, que puede aceptar sus errores e imperfecciones, incluso los importantes, y aprender de ello. Se centra en lo fundamental y se sustenta en lo positivo que uno tiene, en sus fortalezas, habilidades, virtudes, aciertos, en las buenas acciones que realiza. Un líder que se acepta a sí mismo, tal y como es, con lo bueno y malo que tiene, podrá construir sobre sus fortalezas y abrazar sus debilidades para trabajar en mejorarlas. Pero también podrá aceptar a los demás, con sus errores, defectos y virtudes, verá lo bueno en otros porque ve lo bueno en sí mismo, y, por ello podrá guiarlos y ayudarlos a alcanzar su potencial, sin descalificarlos, sin criticarlos, sin dañarlos, motivándolos a aprender del error y a levantarse cuando las cosas salen mal. 

El segundo aprendizaje es que el proceso es tan importante como el resultado, y determina la forma como se da el resultado.  Mi mamá se anticipó a lo que podría pasar, a las burlas de otros, a los chistes y las miradas, que en efecto sucedieron (me imagino que a esta altura el lector ya estará intrigado de cómo se ve mi nariz, aunque la verdad sea dicha, resulta de lo más común).   Es decir, mi mamá quería que yo tuviera autoestima, y lo logró: Claramente me río de mí mismo, y lo he hecho siempre, y me encantan los chistes de narices (y ahora también los de calvos… se imaginarán porqué). Pero la manera como ella lo hizo fue lo que logró el resultado.  De seguro existen otras maneras, pero la que ella escogió fue determinante.

Resulta evidente que la presión sobre los resultados es cada vez más importante, en todos los aspectos de la vida. Y hay una gran presión social para ello.  Son los resultados electorales la medida principal del éxito de un partido político, los económicos la medida central del éxito de una empresa y los resultados sociales lo principal en la valoración del éxito de una entidad de gobierno. Es claro que poner atención a los resultados es importante, porque son claves para la sostenibilidad de una organización, pero, pienso, es la forma en que se consiguen lo que los hace sostenibles.

Un muy querido amigo y maestro me ha dicho que uno debe concentrarse en el proceso más que en el resultado.  Esta idea se justifica a partir del hecho de que no todo está bajo nuestro control y que todo resultado conlleva un cierto grado de incertidumbre. Por ende, independientemente del resultado, un esfuerzo completo es una vitoria concreta.  

Más allá de este argumento, pienso que hay buenas razones para poner mucha atención al proceso.  Desde una perspectiva organizacional son los procesos los que generan los resultados, los que conducen a una gestión más eficaz y eficiente. Así que no son un asunto menor, hay que ponerles atención y trabajar en ellos a conciencia debería ocupar parte del tiempo de los líderes, más que una moda o un asunto de consultores, debería ser un mantra del liderazgo; no es algo que debería delegarse, sino liderarse.

Así lo han entendido algunas organizaciones, especialmente en Japón, y allí, el caso de Toyota, con su TPS[1] (Toyota Production System) es un ejemplo para destacar.  Como parte de este sistema, los líderes tienen la obligación de bajar al área de producción[2] (donde los resultados se generan), no solo para verificar que las cosas sucedan, sino para enseñar como las cosas deben ser hechas. Ello hace que los líderes piensen en el proceso y se aseguren que se haga bien. Además, asegura que el aprendizaje se replique en la organización y que el mejoramiento continuo, así como la innovación, realmente ocurran.  No se trata de que el líder sea el centro en el funcionamiento del proceso, sino que debe ser un medio para que todo sea como debe ser.

Una idea adicional: Llama la atención que en muchas organizaciones se envíe la gente a capacitarse, e inviertan importantes recursos en ello, pero luego no se les permita aplicar lo aprendido ajustando la manera como se trabaja, pero si se espere que mejoren sus resultados. Resulta un poco incoherente, puesto que, si no se cambia el proceso, no podrán cambiar los resultados (o como se atribuye a Albert Einstein, “el peor signo de la estupidez humana es hacer lo mismo, una y otra vez, y esperar resultados diferentes”).  Concentrarse en el proceso, significa que vale la pena buscar mejores maneras de hacer las cosas, pues tal comportamiento genera beneficios, por ende, hay que promover que todo nuevo conocimiento sea aplicado y hay que aceptar el riesgo[3] que ello conlleva. Al menos debería discutirse como aplicarlo.

Concentrarse en el proceso también significa poner atención a los valores y su influencia en la manera como se hacen las cosas.  No voy a profundizar al respecto, pero invitaría a leer el artículo “un escudo hecho de valores” en el siguiente link: https://cfrestrepo.blogspot.com/2015/10/un-escudo-hecho-de-valores.html

Ahora bien, poner atención al proceso solo tiene sentido en la medida que lo que se hace apunte al logro de aquello que se desea alcanzar. Es decir, en tanto que los procesos se subordinen a los resultados deseados y contribuyan significativamente a ellos. En resumen, sin un norte claro, ningún proceso puede ser efectivo.

No obstante, si al concentrarse en el proceso no se produce el resultado deseado, podría aplicarse la frase del conocido entrenador de futbol Francisco Maturana de que “Perder es ganar un poco”, pues siempre tendremos la oportunidad de hacer un balance, aprender de lo hecho y mejorar el proceso.  Pero tal mejoramiento solo ocurrirá si en verdad queremos lograr el resultado y si aceptamos los errores como fuente de progreso. Así que, como conclusión, cabría decir que hay que concentrarse en el proceso, pero también en el resultado y que un poco de humor siempre será bienvenido.  Como en el caso de mi mamá, con mi nariz.


[1] El precursor de toda la teoría del Lean Management es lo que inició Toyota en su momento desde los viejos círculos de calidad y Kaizen y que evolucionó y se integró en el TPS.

[2] El término usado en Lean Management es «Gemba» que en japonés hace referencia a «el verdadero lugar», a la planta de producción, en el caso de las empresas manufactureras donde nace el término, o en las de servicios a las áreas en donde se configuran y generan los servicios.

[3] Se refiere al riesgo de fallar, de cometer errores.

Cosechamos lo que sembramos

Por Carlos Francisco Restrepo P

Hace poco leí un texto escrito por Mauricio Cardona, uno de los maestros que la vida me ha puesto, que surgió como respuesta a un texto que, sobre la perfección, mi muy querido Alberto Merlano y yo escribimos a dos manos hace unos días. En el texto Mauricio hace mención a la hipótesis de la causación continua, y desde allí desarrolla algunos de sus argumentos.

Mi primera reacción frente a este asunto fue de confusión, no porque hubiera algo malo en la lógica presentada por Mauricio, sino porque, de alguna manera me llevó a cuestionar nuestra propia responsabilidad frente al papel que tenemos como arquitectos de nuestra vida. Si nada está en mi control, ¿cómo puedo ser piloto de mi destino? Si nada está bajo mi control, ¿no me exime ello de toda responsabilidad sobre mis propias acciones?

Así que el texto me llevó a cuestionar si es válido hablar de «causalidad» y a preguntarme si es verdad que todo lleva un rumbo determinado o si determinamos nuestro rumbo. Y como una cosa lleva a la otra, tal cuestionamiento me llevó a concluir que, respecto de mi propia vida, solo haciéndome causa es válido hablar de causalidad.

La calidad más que estandarización, requiere evolución

Por Carlos Francisco Restrepo P
Foto por Jan Kaluza, disponible en https://unsplash.com/

¿Que era un auto de calidad hace 60 años?, de seguro era sólido, grande, macizo, durable, funcionaba y contaba con el respaldo de una gran marca.

¿Que era un auto de calidad hace 30 años?, muy probablemente era compacto, incorporaba dispositivos electrónicos, funcionaba y contaba con el respaldo y garantía de una gran marca.

¿Que lo es hoy?, sin duda alguna el concepto involucra su autonomía e impacto ambiental, la seguridad abordo y, obviamente, el hecho de que funcione y que tenga el respaldo y garantía de una gran marca.

¿Qué será en el futuro?

Navegando en medio de la incertidumbre

Por Carlos Francisco Restrepo P

Creo que enfrentar crisis es parte natural de ser empresario, algo inherente a la gestión. Muchos hemos tenido que vivir la pérdida de un cliente clave, o la fuga de información estratégica, o la partida de un empleado destacado, o el rechazo de un inversionista deseado e incluso quiebras y cosas peores. Si bien el COVID es una experiencia nueva para todos, de alguna forma solo es una crisis más.

Lo que pasa con las crisis es que representan peligro, y en ocasiones se trata de un gran peligro, pues tienen la capacidad no solo de desestabilizar, sino de destruir. Así que existe la posibilidad de salir mal librado, o simplemente no salir de ello. En consecuencia, resulta natural que las evitemos, pues nadie quiere vivir circunstancias difíciles y mucho menos poner en riesgo lo que con tanto esfuerzo hemos construido y logrado.    

Por supuesto una quiebra o un terremoto, y ahora el freno de la economía producido por el Covid 19, son circunstancias peligrosas, duras y difíciles de vivir. Pero al mismo tiempo de ellas puede surgir la posibilidad de aprender y, en muchos casos, tales situaciones conllevan oportunidad, de hecho, podrían ser la clave para evolucionar, reinventarse y salir fortalecidos.  Quizás es por ello por lo que el ideograma chino que representa la palabra crisis está conformado a su vez por otros dos ideogramas: problema y oportunidad.

Ahora bien, tal vez uno de los efectos de las crisis más difíciles de afrontar es la incertidumbre.

Definiendo el Liderazgo Consciente

Por Carlos Francisco Restrepo P
Foto por Ricardo Gomez Angel, en https://unsplash.com/

Resulta innegable la influencia que tuvo Martin Luther King en la historia reciente de los Estados Unidos y su legado a nivel mundial. Impresionantes son los resultados que alcanzó el Movimiento por los Derechos Civiles, del cual él era la cabeza más visible, especialmente frente a la magnitud de las dificultades que tuvo que enfrentar; el reverendo estaba claramente comprometido con su causa y tenía gran claridad del cambio que quería lograr.  Igualmente es impresionante el hecho de haber sido ganador del nobel de paz con apenas 35 años, o haber recibido varios doctorados Honoris Causa durante su vida y haber sido nombrado el hombre del año por la revista Time en 1964, y todo eso antes de cumplir 39 años; así como el haber sido merecedor, de forma póstuma, de la medalla presidencial de la libertad (1977) y la Medalla de Oro del Congreso de Estados Unidos (2004).

Al revisar los métodos y tácticas del Movimiento de los Derechos Civiles, se hace visible la presencia del líder:  Planeaban con detalle cada acción,  anticipando lo que podría ocurrir y, en consecuencia, preparaban a su gente para que conocieran y supieran enfrentar las diversas situaciones que llegarían a presentarse y cómo superarlas, ayudando así a fortalecer su carácter y su convicción, preparándoles psicológica y emocionalmente para las difíciles tareas que deberían enfrentar en su lucha por los derechos civiles. Con ello, el Dr. King demostraba la aptitud de un estratega, con una gran inteligencia emocional y una concepción táctica centrada en la gente. Además, no pedía a nadie hacer nada que el mismo no estuviera dispuesto a hacer (por su participación activa en muchas de las acciones emprendidas fue arrestado en más de 20 ocasiones), así que, claramente sabía que era trabajar en equipo y lideraba desde el ejemplo.

Y no solo se preparaba a la gente para la lucha, una de las principales virtudes del reverendo fue prepararla para el perdón y para amar al enemigo que habían combatido, así que es evidente que estaba preocupado por las consecuencias que la lucha que se libraba por los derechos civiles traería a las relaciones de largo plazo entre las facciones y personas que en dicha confrontación participaron. Tal enfoque se puede ver con gran claridad en su libro “La fuerza de Amar[1]” donde escribió: “Diremos a los enemigos más rencorosos: A vuestra capacidad para infligir el sufrimiento opondremos la nuestra para soportarlo. A vuestra fuerza física responderemos con la fortaleza de nuestras almas. Haced lo que queráis y continuaremos amándoos. En conciencia, no podemos obedecer vuestras leyes injustas, porque la no-cooperación con el mal es, igual que la cooperación con el bien, una obligación moral. Metednos en la cárcel, y aún os amaremos. Arrojad bombas en nuestras casas, aterrorizad a nuestros hijos, y os amaremos todavía. Enviad en plena noche a nuestras comunidades a vuestros bandoleros para que nos apaleen y nos dejen medio muertos, y aún os amaremos. Pero tened la seguridad de que os llevaremos hasta el límite de nuestra capacidad de sufrir. Un día ganaremos la libertad, pero no será solamente para nosotros. Lanzaremos a vuestros cuerpos y a vuestras conciencias un grito que os superará y nuestra victoria será una doble victoria.”

El peligro e Importancia de Suponer

Por Carlos Francisco Restrepo P

No fue extraño que al volver a casa de una fiesta infantil mi hijo trajera consigo un pollito vivo; el animalito era como se supone que deben ser los pollitos: vulnerable, amarillo y esponjoso[1]. Al examinar los hechos, el frío de Bogotá, el que no tuviera su mamá gallina a su lado y la propia fragilidad del animalito, yo no hubiera apostado ni un centavo a que el animal lograra sobrevivir más de una semana, y si a esto se le suma mi propia experiencia de niño en la que ningún pollo que yo hubiera llevado a mi casa sobrevivió por más de 3 días, la verdad es que no había grandes expectativas de vida. Lo que nunca imaginé era que al segundo día mi hijo lanzara el animal con todas sus fuerzas por el aire y que en su caída el pobre pollo terminara chocando con una puerta. Al llegar a la escena del desastre, luego de escuchar el llanto desconsolado del niño, me encontré con el animalito tendido en el suelo, con el cuello torcido, apenas respirando. Al interrogar a mi hijo sobre lo sucedido, este señaló: “Es que yo supuse que sabía volar”

Es curioso que a tan corta edad haya usado la palabra “supuse”, por cuanto un supuesto es en esencia una hipótesis que creemos válida sobre algo o una conjetura sobre lo que consideramos cierto, y, desde tal lógica, es aquello que sustenta o fundamenta la verdad de una afirmación o justifica una acción. Por tanto, los supuestos subyacen a muchos aspectos de nuestro comportamiento y de nuestro actuar, son las columnas sobre las cuales edificamos nuestra verdad.

¡Sin talento no hay paraíso!

Por Carlos Francisco Restrepo P

Recuerdo de mis años de colegio que una muy importante marca de bebidas gaseosas cambiaba tapas premiadas por yoyos con su logo estampado.  Recuerdo también que, para incentivar el consumo de su bebida y dar interés a tan sencillo premio, organizaban un gran concurso en busca de jóvenes talentos, seleccionando los mejores para llevarlos a competir por un gran premio en un programa de televisión con cobertura nacional.

Con el fin de impulsar y animar las inscripciones, los representantes de la marca recorrían los colegios llevando un grupo de jóvenes expertos en el manejo del yoyo, quienes venían de diferentes partes del mundo y hacían un pequeño espectáculo con toda suerte de piruetas y malabares sin fallar ni un solo truco. Este equipo élite, gracias a su increíble habilidad, recorría ciudades y países, salían en la tele y se tomaban fotos con gente famosa, ganando dinero solo por jugar yoyo.

¿Quién no querría ganar un concurso así?

De la interdependencia al alto desempeño

Por Carlos Francisco Restrepo P

El trabajo en equipo se ha convertido en uno de esos temas paradigmáticos de la gestión organizacional sobre los que se encuentran múltiples alternativas y aproximaciones. El punto, claro está, es instaurarlo en las organizaciones pues sus beneficios resultan evidentes.

Así, cuando se habla de trabajo en equipo surgen frases como las siguientes:

  • Lo imposible para el individuo es realidad para un equipo.
  • Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos hazlo en equipo.
  • Trabajar en equipo divide el trabajo y multiplica los resultados.

Yo, por supuesto, estoy de acuerdo con tales afirmaciones y tengo mis propias ideas sobre el tema, así que creo que vale la pena profundizar. Para hacerlo, me apoyaré en la madre naturaleza, que ha sido, y sigue siendo, fuente de aprendizaje, reflexión y comparación para los seres humanos, incluso desde nuestras primeras etapas evolutivas, pues, cuando de trabajo en equipo se trata, todos los caminos y comparaciones nos conducen al lobo.

El valor para acercar la organización a su gente

Por Carlos Francisco Restrepo P

No es exageración, ni tampoco ciencia ficción, es de hecho algo más común de lo que podría pensarse, aunque desafortunadamente no conozco estadísticas que lo corroboren. Así  que espero que baste con mi testimonio, y mi palabra suene creíble cuando afirmo que he podido constatar, en más de una ocasión, que hay empleados de banco que no tienen cuenta bancaria en su lugar de trabajo y, por el contrario, guardan todos sus ahorros en otra entidad; también he conocido de empleados de la compañía que me presta el servicio de internet y televisión por cable, que contratan, para su propia casa, el servicio con otro operador; y que no me falte mencionar a los empleados de una reconocida cadena de supermercados que compran sus víveres en la competencia.

Y es posible que muchos conozcamos a personas que, trabajando en un determinado lugar, no recomendarían a nadie el adquirir los productos o servicios que allí ofrecen, o al menos no muestran ningún interés en hacerlo.

¿Parecieran estos ejemplos (que de seguro han sido pocos) evidenciar molestias, rechazo, desconfianza, o al menos indiferencia, de los empleados hacia las marcas que pagan su salario?, y, ¿podrían estas situaciones ser una explicación a los altos índices de rotación que tienen muchas organizaciones? ¿No deberían ser los propios empleados, los primeros fanáticos de una marca?

Lecciones Aprendidas

Por Carlos Francisco Restrepo P

Un monje andariego se encontró, en uno de sus viajes, una piedra preciosa, y la guardó en su talega. Un día se encontró con un viajero y, al abrir su talega para compartir con él sus provisiones, el viajero vio la joya y se la pidió.

El monje se la dio sin más. El viajero le dio las gracias y marchó lleno de gozo con aquel regalo inesperado de la piedra preciosa que bastaría para darle riqueza y seguridad todo el resto de sus días. Sin embargo, pocos días después volvió en busca del monje mendicante, lo encontró, le devolvió la joya y le suplicó:

“Ahora te ruego que me des algo de mucho más valor que esta joya.

Dame, por favor, lo que te permitió dármela a mí”

Esta breve historia, extraída de la tradición budista, revela algo que ocurrió al viajero, algo tan importante, poderoso y profundo que no le permitió cumplir con su plan de disfrutar la riqueza encontrada. Revela su necesidad de comprender.

Y es que la necesidad de comprender es inherente a nuestra naturaleza, y por tanto está claramente arraigada en nuestro interior, pero esta necesidad solo aflora cuando algo nos intriga, cuando la duda se hace presente y nos percatamos que hay un vacío entre lo que percibimos y lo que logramos entender; surge cuando, como en el caso del viajero, en nuestro interior se prende una llama que nos inquieta y nos invita a aprender.