No es exageración, ni tampoco ciencia ficción, es de hecho algo más común de lo que podría pensarse, aunque desafortunadamente no conozco estadísticas que lo corroboren. Así que espero que baste con mi testimonio, y mi palabra suene creíble cuando afirmo que he podido constatar, en más de una ocasión, que hay empleados de banco que no tienen cuenta bancaria en su lugar de trabajo y, por el contrario, guardan todos sus ahorros en otra entidad; también he conocido de empleados de la compañía que me presta el servicio de internet y televisión por cable, que contratan, para su propia casa, el servicio con otro operador; y que no me falte mencionar a los empleados de una reconocida cadena de supermercados que compran sus víveres en la competencia.
Y es posible que muchos conozcamos a personas que, trabajando en un determinado lugar, no recomendarían a nadie el adquirir los productos o servicios que allí ofrecen, o al menos no muestran ningún interés en hacerlo.
¿Parecieran estos ejemplos (que de seguro han sido pocos) evidenciar molestias, rechazo, desconfianza, o al menos indiferencia, de los empleados hacia las marcas que pagan su salario?, y, ¿podrían estas situaciones ser una explicación a los altos índices de rotación que tienen muchas organizaciones? ¿No deberían ser los propios empleados, los primeros fanáticos de una marca?