En la noche que me envuelve,
negra, como un pozo insondable,
doy gracias al Dios que fuere
por mi alma inconquistable.En las garras de las circunstancias
no he gemido, ni llorado.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada jamás se ha postrado.Más allá de este lugar de ira y llantos
acecha la oscuridad con su horror.
Y sin embargo la amenaza de los años me halla,
y me hallará sin temor.Ya no importa cuan estrecho haya sido el camino
ni cuantos castigos lleve a mi espalda:
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma.
En mi parecer el poema Invictus, escrito por William Ernest Henley, que inspiró y dio fuerza a Nelson Mandela mientras estuvo en prisión, resume de manera muy profunda la verdadera esencia y significado de la libertad, desde la perspectiva más humana posible, la del espíritu.
El poema, y más fuerte aún, el testimonio de vida de Mandela, muestran que aun quien está preso puede tener la libertad: La libertad de elegir; puede elegir la actitud con la que enfrenta su situación, puede elegir aprender, puede elegir crecer interiormente, puede elegir perdonar, puede elegir ser responsable de sí mismo, puede elegir la forma con se relaciona con los demás, puede elegir fortalecer su mente, cuerpo y su espíritu, puede elegir ver la luz aún en la oscuridad más profunda.
A manera de simil, traigo a colación la popular frase “Más feliz no es el que más tiene sino el que menos necesita”, solo para poner de presente que “Más libre no es el que más puede hacer, sino el que más puede elegir”.
Por tanto la existencia de la libertad implica que puedo elegir como vivir mi vida y que postura tomar enfrente a los éxitos y a las tribulaciones.
Es por ello que creo que libertad no es igual que disponibilidad de recursos, aunque estos dan opciones, es más bien tener opciones, sin consideración a los recursos; es poder tomar esas opciones con el menor costo (por tanto, podría ser más libre el mochilero, que el millonario). De hecho, el exceso de recursos limita la libertad, pues se tiene mucho que perder. Ser libre requiere entonces tener menos para perder, lo cual no significa carencia de recursos, sino desapego de estos. A mayor desapego mayor libertad.
Hablamos del desapego de cosas materiales, pero también de cosas inmateriales. Pues la libertad implica hacerme dueño de mis pensamientos, de mis sentimientos y responsable de mis decisiones. Para decirlo de forma literal, no deberían ser mis pensamientos o sentimientos quienes me dominen, soy yo quien los poseo. Por tanto, puedo cambiarlos.
Con el fin de clarificar esta idea, y a manera de ejemplo, propongo que al estar libre de apegos puedo aceptar que algunas de las decisiones que tome en el pasado fueron equivocadas, aceptar responsablemente sus consecuencias y tomar las acciones correctivas que sean necesarias para dar nuevos rumbos a mi vida o resarcir a quienes he afectado. O, puedo cambiar mis opiniones, entendiendo que cuando las expresé, éstas se basaron en puntos de vista limitados, en una mirada particular y restringida de la realidad, lo cual no quita la responsabilidad de que fui yo quien las expresó y en tal sentido son mías y no de otras personas.
Es claro que alcanzar la libertad implica un golpe para mi ego, pues, para ser realmente libre debo empezar por reconocer mis propias limitaciones y hacerme responsable de mis errores (tanto como de mis aciertos). Por consiguiente, debo tomar una actitud responsable sobre mí mismo, entendiendo que soy yo, y no las circunstancias a mi alrededor, lo que define mi vida. Puedo decidir quién quiero ser y trabajar por ello.
Este razonamiento conlleva que para perfeccionar el ejercicio de la libertad hay que enfrentar dificultades, limitaciones y restricciones. Así como para entender mejor la debilidad hay que haber sentido fuerza, para valorar la juventud hay que haber envejecido, para apreciar verdaderamente el amor hay que haber sufrido el desamor, y para aceptar el éxito como algo pasajero hay que haber vivido el fracaso.
Por tanto, la libertad involucra acción, trabajo duro, no es ausencia de dificultades, ni ausencia de limitaciones. Requiere de mi esfuerzo para crear posibilidades dentro de las limitaciones a las que me enfrento, sean propias o impuestas.
Si es mi espíritu, mi ser, lo que me hace libre, y esa libertad se expresa a través de mis pensamientos, y se materializa en mis acciones, razonablemente hay que concluir que la máxima oposición a la libertad es aquella que se autoimpone, la que surge de uno mismo, al creer que algo no es posible, o al menos que uno no puede hacerlo, al aceptar ser víctima de las circunstancias y no asumir la responsabilidad de mis acciones y decisiones. Así las cosas, es claro que no hay peor prisión que la de los propios pensamientos.
En consecuencia, la libertad esta inevitablemente atada a la responsabilidad. A mayor libertad mayor responsabilidad. Libertad sin responsabilidad es solo libertinaje.
Todo este discernimiento me lleva a pensar que no debe ser el éxito, sino la libertad, la mayor aspiración del liderazgo. Y a partir de ella el líder podrá usar todas sus capacidades para cumplir con sus metas y su propósito. No es que el éxito no sea deseable, pero pienso que no es más que una consecuencia de haber podido obrar con libertad.
Los líderes que entienden y aceptan este concepto son los que realmente trascienden y transforman. Ni Gandhi, ni Mandela, perdieron de vista sus motivaciones o dejaron de perseguir el propósito de su vida al entrar a la cárcel, ni se escudaron en las circunstancias para evadir sus responsabilidades, ni mucho menos se rindieron ante la adversidad. Solo vieron en ello una oportunidad de perfeccionarse a sí mismos y a su estrategia, la cárcel misma fue aprovechada como un medio de lucha. ¿No es claramente esto una muestra de libertad? Es por supuesto una paradoja.
Para lograr semejante proeza, debieron cultivar la mente, disponer el corazón, ejercitar el autodominio, prepararse para el desapego y el servicio a los demás. Son estas prácticas esenciales para un líder que se considere realmente libre y que quiera transformar.
En consecuencia, para ser libre, el líder debe ser capaz de romper sus propias ataduras. Lo cual empieza por ver y dominar sus propios prejuicios, ya que no se puede ser realmente libre juzgando a los demás. Así como superar sus temores, pues quien es libre debe ser capaz de actuar a pesar del miedo.
En resumen, al actuar con libertad el líder no condiciona lo que es o lo que puede lograr, ve opciones en cada situación y encuentra posibilidades aún en la adversidad. Pues en el ejercicio del liderazgo, libertad no es igual que alcanzar o lograr, es poder intentar.
Me agradó mucho ver como se «dibuja con música» a un ave, fue realmente interesante esta manera de definir la libertad y especialmente la influencia que puede llegar a ejercer en otras áreas de la vida humana. Gracias