En un mundo donde la mayor parte de lo que sucede está por fuera de nuestro control, la incertidumbre es la regla y hay múltiples tensiones opuestas, es normal que haya razones objetivas que expliquen por qué algo a lo que nos comprometimos, o algo que nos habíamos propuesto, no haya sido logrado; de hecho, a todos nos pasa. Sin embargo, creo que es problemático cuando, el no alcanzar resultados, es algo que ocurre de forma sistemática, y cuando las excusas o señalamientos, con un alto componente de subjetividad, se convierten en la norma para enfrentar o explicar lo sucedido.
Por supuesto, dichas excusas y señalamientos son una forma de autojustificación, ayudan a sentirnos bien con nosotros mismos, diluyen nuestra responsabilidad y en ellas escondemos nuestras propias limitaciones, nuestros errores, nuestra falta de liderazgo, o nuestra falta de empeño y atención. El peligro principal es que se vuelva un estilo de vida, puesto que nos llevaría a un lugar donde no hay ningún progreso y, por el contrario, quizás haya retroceso. Y esto ocurre porque al vivir de las excusas levantamos una barrera a nuestro propio desarrollo, ponemos lastre a nuestras posibilidades y, por tanto, siempre encontraremos razones para abandonar lo que estamos haciendo y para no avanzar hacia donde debemos llegar.
Resulta entonces tentador dividir el mundo en dos bandos, quienes logran resultados y quienes viven de las excusas; pero puede ser una forma simplista de verlo y quizás el conseguir resultados encierra mayor complejidad. Por tanto, me he propuesto explorar qué es lo que se requiere para que las cosas pasen, con el ánimo de identificar algunas pautas de acción que pudieran ser aplicadas en cualquier contexto. Para ello empiezo con la siguiente historia:
Daniela y Mauricio fueron rivales durante los 5 años de su carrera de diseño industrial. Siempre se disputaban el primer lugar en su promoción, y eran los únicos que lograban, año tras año, de forma consistente, entregar los proyectos a tiempo y bien hechos, los únicos a quienes las cosas les funcionaban como se supone que debían funcionar, o incluso mejor.
Daniela y Mauricio se pensaban tan distintos entre sí que no se soportaban.
Mauricio criticaba a Daniela porque siempre pagaba por los proyectos de diseño, o porque conseguía algún incauto que se los hiciera por nada, y si bien traía proyectos increíbles, le parecía que no había mérito en ello; pero no lograba entender cómo ella podía explicar con tanta solvencia algo que ni siquiera había hecho. Mauricio por su parte tenía gran facilidad para hacer cualquier tarea que implicara trabajo manual y sus proyectos también eran siempre fantásticos, lo que molestaba a Daniela era que Mauricio se las arreglaba para programar su presentación siempre al final y, mientras los demás presentaban, realizaba ajustes de último minuto a su proyecto, a una velocidad increíble; desde su perspectiva, lo hacía para robar algunas de sus ideas.
Lo que Mauricio no sabía es que Daniela tuvo un accidente de pequeña que afectó su habilidad motriz, y a causa de esto se le dificultaba hacer ciertas tareas finas, y tampoco sabía que ella era quien siempre concebía sus proyectos, y personalmente supervisaba su realización, poniendo especial atención a cada detalle; pagaba, sí, o convencía a alguien, pero solo porque a causa de su limitación no podía hacerlo sola.
A su vez Daniela no sabía que Mauricio era de una familia de escasos recursos, quien, becado por su buen desempeño académico logró entrar a una Universidad privada, y tampoco sabía que debía trabajar todos los fines de semana para poder apoyar a su familia, y trabajar horas extra cada vez que les asignaban un proyecto para poder comprar los materiales; hacía ajustes de último minuto, sí, pero no a partir de las ideas de Daniela, sino a partir de materiales extra que sobraban de otros proyectos presentados.
En realidad, Daniela y Mauricio tenían más en común de lo que ellos pensaban, ambos son dignos de admiración pues, en lugar de esconderse tras sus dificultades y limitaciones, las superaron, y lejos de amilanarse por las desventajas de su situación, usaron a su favor aquello de lo que sí disponían, su inteligencia y su disposición a trabajar duramente y con constancia, y a partir de ello tomaron lo que su realidad les ofreció para lograr sus metas. Por supuesto ambos se graduaron con honores.
Hoy son esposos y lideran una muy exitosa empresa de diseño y producción de envases plásticos. ¡Tengo el gusto de conocerlos!
Creo que tanto Daniela como Mauricio son del tipo de persona que, lejos de buscar excusas, hacen que las cosas pasen. Me parece que este tipo de persona es como un bicho raro, son más bien escasos, y veo que las organizaciones los buscan con gran ahínco y mucho interés, aunque quizás con no mucho éxito; incluso se ha escrito mucho sobre ellos, como el caso de Rowan en la famosa carta a García. Así que la pregunta que surge es: ¿se trata de personas especiales porque tienen cualidades únicas, o simplemente logran lo que se proponen porque tienen método?
Con el ánimo de acotar la respuesta a tal interrogante, empiezo por decir que he conocido personas que son muy buenas cumpliendo órdenes, haciendo tareas y asignaciones específicas pero que, para hacerlo, suelen requerir de ejemplos muy concretos que les ayuden a entender lo que se les pide y, solo después de ello, pueden desencadenar todo su potencial y habilidad y contribuir al cumplimiento de metas específicas. Pero he observado también que estas mismas personas se enredan cuando se les asigna el logro de objetivos generales o ambiguos, pues el mundo de lo abstracto es un terreno desconocido o incierto que los llena de inseguridades. De hecho, para este tipo de personas su principal motivación parece ser el hacer cosas, lo concreto se les facilita, la ejecución es su propósito, la faena diaria y el corto plazo son su terreno. Si bien se trata de excelentes trabajadores, y en tal medida son muy valiosos, muestran su debilidad en el momento de asignarles cargos que impliquen cumplir objetivos complejos y liderar otras personas.
Pienso que ni Daniela, ni Mauricio, encajan es esta descripción. Su talante es distinto, no hacen cosas solo por hacerlas, hacen cosas con sentido, que sirven a un propósito. En otras palabras, tienen en mente objetivos importantes, ven impactos en el largo plazo, y esto los motiva. Pero a la vez son capaces de aterrizar lo abstracto en algo concreto, son capaces de fraccionar sus objetivos en pequeños logros, metas que tienen que alcanzar y ponen su empeño en alcanzarlas, sabiendo que son pasos necesarios para llegar a donde quieren o necesitan estar, es decir, imaginan cómo poner a marchar una idea, lo intentan y perseveran, dándole a su estrategia el tiempo que necesita para concretarse.
Me resulta evidente que gente como Daniela y Mauricio, que logra que las cosas pasen, cree en sus capacidades y sabe que las cosas pueden ser hechas, aunque aún no sepa cómo hacerlo. De hecho, quiere lograrlas y pone su empeño en ello.
Este tipo de personas entiende la importancia de planear, así que son cuidadosos y metódicos, y lo hacen de forma aterrizada, identificando recursos y responsables, productos y tiempos. Establecen prioridades, pues intuyen cuales actividades aportan más al resultado, así que se concentra en ellas primero. Saben que en los detalles puede estar la diferencia entre lograr un resultado o no lograrlo, conscientes de su capacidad para impulsar o paralizar.
Para ellos, la planeación, más que para anticiparse al futuro, es un ejercicio de preparación para el futuro, pues comprenden que la realidad los pondrá frente a situaciones inesperadas y les presentará matices imprevistos, que ni el mejor proceso de planeación tiene la capacidad de prever y considerar. Así cuando lo inesperado llegue, y llegará, aprovecharán todo lo aprendido, y tomarán decisiones sin ver conflicto alguno en realizar ajustes o desechar aquello que no agrega valor (o no les lleva al objetivo final), y aceptarán nuevas ideas o cambios siempre y cuando estos apunten en la dirección deseada. No se dejarán enredar por las urgencias, sabrán que deben ser atendidas, pero manteniendo la vista en el camino, las prioridades y el resultado buscado.
Quien logra que las cosas pasen comprende que vive en un mundo de complejidades e incertidumbres, y en consecuencia entiende el valor de la experiencia, aplica el sentido común, sabe que ser flexible es relevante y que anticiparse a posibles problemas es una necesidad, pero también observa con atención como otros hacen las cosas, y reflexiona sobre ello, para aprender y adaptar, más que para copiar, y por ende, no trata de inventar la rueda sino de usar los recursos que el mundo ha puesto a su favor. Está en un constante estado de alerta, como un depredador al acecho, como un marinero que navega en medio de niebla espesa, atento a las circunstancias, esperando que la oportunidad se presente para lanzarse sobre ella con gran agilidad.
Y es por cuenta de la incertidumbre que sabe que es dueño de su esfuerzo, pero no de los resultados, pero confía que estos, los resultados, se den como consecuencia de su esfuerzo. Por tanto, se concentra en el proceso sin perder de vista el resultado, y siempre con la mente fija en el plazo. En consecuencia, es del tipo de personas que creen que la peor vuelta es la que no se hace, y no le molesta intentar.
Claramente estamos hablando de personas proactivas, que no dejan para mañana lo que pueden hacer hoy, que prefieren pedir perdón antes que pedir permiso, que tienen gran energía y están dispuestas a trabajar duro. Personas a quienes no les preocupa el status de la tarea, si hay que hacerla se hace, así les toque hacerla a ellos mismos.
A pesar de su gran capacidad, he observado que quienes logran grandes resultados nunca trabajan solos, son personas que comprenden que la mejor manera de ser exitoso es a través de otros, y en tal sentido, reconocen sus limitaciones y se apoyan en quien los complementa, sabiendo que la utilidad de un plan depende en buena medida de aquellos que lo llevan a cabo. Por tanto, son convincentes y bien argumentados, gustan de hacer alianzas, pero son cuidadosos al elegir con quien, tienen método al delegar, dejan trabajar pero son constantes en el seguimiento, manteniendo tensión en aquellos con quienes comparten responsabilidades. Se involucran, dialogan, explican, empujan, jalan y acompañan a la vez, saben que la ejecución es coordinación.
Para concluir traigo a colación la muy conocida historia de la caja de jabón vacía[1], solo para afirmar la mejor manera de hacer que las cosas pasen, es hacerlo con los menores recursos posibles. En tal caso, estaríamos frente a un tipo especial de persona, aquel que sabe que el problema nunca está en la disponibilidad de recursos, sino en la falta de creatividad y la falta de voluntad para intentar. Es este el tipo de ejecutor que me parece más valioso.
En resumen, resulta obvio que estamos hablando de personas con características especiales: pragmáticos, con gran energía y constancia, con sentido común y capacidad de abstracción, creativos e intuitivos, tolerantes ante la incertidumbre y que saben comunicar; con razón son tan buscados. Pero también resulta claro que tienen método: observación-reflexión-aprendizaje, planeación detallada, disciplina, delegación, coordinación, seguimiento, foco en prioridades, decisión oportuna; así que al conocer a este tipo de personas podemos aprender de su ejemplo, observar su manera de trabajar, identificar patrones, y contrastarlo contra nuestra propia manera de hacer las cosas para detectar oportunidades de mejora, y luego intentar aplicar lo aprendido; solo puede haber beneficios en ello. O podemos no hacer nada en absoluto más que admirarlos y quejarnos por no ser como ellos y no alcanzar lo que queremos.
La decisión es nuestra, aunque siempre será más fácil encontrar una excusa para no avanzar.
[1] La historia de la caja de jabón vacía puede encontrarse en http://elpoderdelpensamientoenlamotivacion.blogspot.com.co/2012/05/una-caja-de-jabon-vacia.html
Trabajar por resultados, antes que por tiempo y medir logros, tendencias de los fenómenos y situaciones que queremos modificar, no acompaña a la mayoría…se habla, se exponen buenas ideas…pero los niveles de ejecución…son altos pero en excusas y justificaciones…