En mi opinión hay pocas cosas que mejor reflejen nuestra naturaleza humana que dudar y, al mismo tiempo, aunque resulte curioso, pocas cosas que nos avergüenzan más que dudar. Resulta, por no decir menos, un poco contradictorio.
He escuchado que la duda agobia más que el fracaso. Creo que se refiere al hecho de no saber cuál sería el resultado de tomar una determinada decisión o de aceptar un riesgo. Y es que la duda es incómoda, produce una sensación de incertidumbre e inseguridad, enreda, infunde temor y vacilación, vacío y preocupación. Dudar nos parece una señal de debilidad (y hay una creencia muy arraigada en ello). Por consiguiente, la duda puede llevar a la inacción o a actuar erráticamente.
Me parece que mucha gente siente que la fortaleza de un líder radica en no dudar o que es la sabiduría lo que le permite que algunos estén libres de dudas. En consecuencia, el líder siempre sabrá qué hacer. Pero la realidad es otra, un verdadero líder duda, como cualquier ser humano. Y quizás más, porque se enfrenta con mayor frecuencia a decisiones difíciles, incluso a algunos callejones sin salida, donde todas las alternativas de decisión resultan agridulces, y hasta el no hacer nada se convierte en un problema con consecuencias negativas. Tampoco creo que la sabiduría sea un antídoto a la duda. Quizás es lo contrario, para ser sabio hay que aceptar que se duda. De hecho, entre más sabio alguien es, más consciente es de que lo que sabe es apenas un fragmento del conocimiento que existe, y aún menos que el conocimiento que falta por construir o descubrir ¿Cómo no dudar? La diferencia entre el líder y otros, entre el sabio y otros, no está en la ausencia de duda, sino en lo que hacen cuando se enfrentan a ella. Claramente no dejan que los detenga.