
“Se encuentran ustedes ante una gran oportunidad, no entiendo por qué esa actitud de rechazo, solo miren a su alrededor, ustedes parecen ser los únicos que no se dan cuenta”, nos dijo un enconado vendedor a mi esposa y a mi luego de una visita a un showroom de un proyecto de tiempo compartido en Orlando Florida hace más de 20 años. Debo reconocer que el hombre hizo bien su labor, se sabía el libreto de memoria y nos dio múltiples y poderosos argumentos para que invirtiéramos nuestro dinero en comprar su maravillosa oferta de valor, y parecía buena de hecho. Incluso llamó a otros vendedores para que le apoyaran con este par de clientes tan difíciles de convencer.
Dicen que la vida se define por las oportunidades, incluso por las que perdemos, pero la verdad yo nunca vi una oportunidad en comprar un tiempo compartido, al menos no era una oportunidad para nosotros. Simplemente el concepto de comprar un derecho de uso en un hotel o un centro vacacional durante una semana al año es algo que no se ajusta a lo que consideramos como vacaciones, ni a nuestro modo de viajar como familia. Hoy pienso que hubiera sido un gran error haber hecho esa compra y me siento orgulloso de “mi yo” más joven, y de mi esposa, por la decisión que se tomó.
Sin embargo, si había una oportunidad en el hecho de haber asistido al showroom, que yo veía con claridad y que era la que yo tenía en mente cuando decidimos ir y la que tenía toda la intención de aprovechar, veamos: apenas unas horas antes, en un punto de información turística de la misma ciudad, el encargado nos había explicado, “si ustedes van a ese lugar y escuchan la charla, sin ningún compromiso y sin ningún costo obtendrán un buen desayuno y dos boletos gratis para ingresar a uno de los parques de atracciones más importantes de la ciudad. Gastarán dos horas de su tiempo y ahorrarán más 150 dólares (75 que era el valor de cada boleto, más el valor de un muy buen desayuno)”. Y eso fue exactamente lo que hicimos.





Hacia finales de 2018 se hizo viral un experimento
Al levantarse ese día Ximena no sospechaba que los frenos de su auto iban a fallar; como no sabía nada de mecánica había sido precavida, por lo que la semana anterior a su viaje lo había llevado a su concesionario de confianza para una revisión técnico-mecánica, esto a pesar de tratarse de un carro relativamente nuevo. Al finalizar la revisión le aseguraron que todo estaba en perfecto estado y que podía viajar con toda confianza.
Empiezo con una afirmación: Aun la mejor estrategia será inefectiva si no se cuenta con la estructura necesaria para llevarla a cabo. O, dicho de otra manera, una gran estrategia adquiere su real valor cuando la organización se prepara y distribuye sus componentes de la forma adecuada para implementarla.
Estoy seguro que soy uno de muchos a quienes, de pequeño, su papá (o su mamá tal vez) les llegó a decir, “mijo, a usted uno le dice algo por un oído y le sale por el otro”. Pero en mi caso, a veces ni siquiera me entraba por un oído, lo que molestaba aún más a mi papá. Y esto ocurría con tal frecuencia que se llegó al punto de creer que yo padecía algún tipo de limitación auditiva y, en consecuencia, en varias ocasiones fui llevado a que me hicieran exámenes de oído. Cabe aclarar que ninguno de ellos salió negativo, según los doctores yo tenía una audición perfecta. Pero la situación era tan persistente y llegaba a tales extremos, que en ocasiones mi pobre papá, totalmente desesperado y enojado, me decía, “usted parece SORDO”.
Una anécdota personal para empezar: