Liderazgo y Consciencia

Por Carlos Francisco Restrepo P

Visto desde una perspectiva simple, el Liderazgo Consciente hace referencia a aquel líder que ha crecido en consciencia. En pro de entender correctamente este tipo de liderazgo, resulta importante explorar cada uno de los dos conceptos involucrados: Liderazgo y Nivel de Consciencia. Así, en este escrito, haré una revisión de éstos, para luego integrarlos, todo ello como un ejercicio de aproximación al Liderazgo Consciente.

El liderazgo como concepto:

Desde mi perspectiva, Liderazgo es el arte de inspirar a otros para hacer que las cosas pasen.

De tal definición se desprende que no se puede hablar de liderazgo sin considerar la búsqueda de resultados. A mi manera de ver se trata de una búsqueda intencional, el líder apunta a unos ciertos objetivos y moviliza su energía a la consecución de estos.

Otro elemento implícito en esta definición es la movilización de energía humana. Debe entenderse que sin gente no hay liderazgo. Es decir, no es el líder en sí quien consigue los resultados, aunque participa de ellos, sino que éstos se alcanzan a través del concurso voluntario de otras personas. Allí radica la principal diferencia entre el líder y un ejecutor, o entre el líder y un artista. Es el artista quien realiza la obra, el ejecutor quien hace la tarea, el resultado es su mérito, fue su energía la que lo produjo. Pero, en el ámbito organizacional, así como en otros espacios, es común que los resultados deseados excedan lo que es posible hacer para una persona, así que se requiere de la participación de otros, de muchos quizás, para lograrlos. Y allí es cuando el liderazgo se convierte en una necesidad. Por ende, la energía del líder se concentra en lograr que otros inviertan la suya en pro de una causa común, y ello genera sinergia, es decir, una cantidad total de energía que es más que la suma de las energías invertidas.

Esta reflexión implica que el líder tiene gran poder, pero no me refiero a un poder otorgado por alguien o inherente a una posición, sino al hecho de que el líder influencia a otros, sea positiva o negativamente, principalmente porque posiciona ideas, algunas de las cuales se arraigan tanto que la gente mata o está dispuesta a morir por ellas. Pero no se malentienda, yo no percibo el liderazgo como ejercicio de poder, sino como un acto de servicio, de entrega y sacrificio. Implica de alguna manera el desprendimiento de uno mismo para ser más que uno mismo. 

Como tercer y último elemento en la definición propuesta y ya que se afirma que el liderazgo es un arte, cabría preguntarse: ¿puede aprenderse, pueden desarrollarse las habilidades requeridas, o es algo natural, innato que viene preinstalado y, por ende, o se tiene o no se tiene? Dar respuesta a tal pregunta necesariamente nos lleva a formular otra, ¿cuáles son las habilidades propias de un líder?, con lo que rápidamente vienen a mi mente tres competencias concretas que, en mi opinión, son las más importantes para el liderazgo: Comunicación, Pensamiento Estratégico e Inteligencia Emocional.

Me resulta evidente que algunas personas, desde niños, parecen traer estas habilidades preinstaladas, como si nacieran con ellas. Son talentosas en ese aspecto, si cabe decirlo. Simplemente tienen visión, parecen saber lo que hay que hacer y son decididos, se les facilita relacionarse, entienden a la gente y la gente se conecta con ellos, con lo que dicen y hacen, atraen a otros de forma natural y allí a donde van tienen seguidores.

Pero, también me parece (por mera observación y sin un sustento científico), que otras personas, menos talentosas, durante su vida logran alcanzar un buen nivel en una, varias o en todas estas competencias, personas que tan solo requirieron tiempo, interés, trabajo duro, disciplina y quizás un buen maestro. En tal sentido, tal y como ocurre con cualquier otra competencia, estoy convencido que pueden ser enseñadas. De hecho, hay un área de las ciencias del management que se ha dedicado a esto, la gestión por competencias, y existen múltiples autores que han abordado a profundidad el tema (Martha Alles, por ejemplo)

Haciendo un simil, resulta claro que muy pocos pueden ser como Pelé, Maradona, Messi o Cristiano, sencillamente hay que nacer con ese talento, pero muchos, sin gran talento, a punta de esfuerzo, constancia y disciplina, han llegado a ser buenos futbolistas.  Un maravilloso ejemplo de esta idea puede verse en la película Volando Alto, sobre la vida de Michael Edwards, Eddie el Águila, y su empeño para llegar a representar a Inglaterra en el salto de esquí en los juegos olímpicos de invierno de 1988.

De manera correspondiente y centrándonos en la idea del liderazgo, no todos pueden llegar a ser Ghandi, Mandela, Martin Luther King, la Madre Teresa, JFK, Angela Merkel o el Dalai Lama, pero claramente, muchos líderes se han construido a sí mismos en el proceso de la vida. Quizás solo requirieron de una oportunidad para empezar a tomar decisiones e incidir sobre otros, o quizá necesitaron de un maestro que les enseñó como liderar, o debieron equivocarse muchas veces antes de poder avanzar.

Yo me veo a mi mismo como el segundo caso, creo que, tuve que aprender sobre liderazgo en el ejercicio del liderazgo, y tuve la fortuna de contar con excelentes maestros y me equivoqué muchas veces. Aún estoy aprendiendo, aún tengo mucho por aprender.

Nivel de Consciencia:

Revisemos ahora este asunto del nivel de consciencia.

Ser consciente de algo significa darse cuenta de ello. Entonces, podemos ser conscientes, o no, de lo que pasa en nuestro entorno, del tiempo, de lo que nos pasa a nosotros, de lo que hacemos, de lo que sentimos, de lo que pensamos, del impacto de nuestras acciones y decisiones, incluso de quienes somos.

Darse cuenta de algo por primera vez equivale a descubrirlo, como el niño que por primera vez ve una mariposa. Lo que ve lo sorprende, y, simplemente su mente se expande y su imaginación se desencadena. Así, cada descubrimiento que hacemos como especie humana es un gran avance que abre múltiples posibilidades, nos permiten hacernos más conscientes de cómo es el mundo y como funciona. Por ejemplo, al descubrir y hacernos conscientes de la existencia de los millones de microorganismos que viven a nuestro alrededor, entendimos la razón de muchas enfermedades. Como un descubrimiento lleva a otro, también pudimos darnos cuenta de que muchos de estos microorganismos son buenos para nosotros, incluso necesarios. Y así con cada fenómeno natural, con cada fragmento de nuestro universo. Entre más descubrimos, más comprendemos la razón de las cosas, más comprendemos el impacto del mundo sobre nosotros y nuestro impacto en el mundo. Hay una clara relación entre consciencia y comprensión. Ser más consciente equivale no solo a ver más, sino a comprender más. Es por ello que descubrir (darse cuenta), es abrir un nuevo espacio en la conciencia, e inevitablemente se amplía nuestra percepción de la realidad.

Si bien lo que sabemos es apenas un fragmento (si se le compara con lo que no sabemos) y por ende falta todo por descubrir, es impresionante lo que hemos avanzado en nuestro nivel de comprensión del universo. Sin embargo, la búsqueda de comprensión emprendida por el ser humano se ha concentrado principalmente en lo que hay fuera de nosotros, y ha dejado un poco al margen nuestra realidad interior.  Por ende, ha aumentado nuestra comprensión del mundo a una velocidad muy superior de lo que ha avanzado nuestra comprensión de nosotros mismos. Ello, creo, genera un desequilibrio.

Entonces, aumentar en nivel de consciencia significa darse cuenta de uno mismo. Implica que transitamos de un estado de percepción incipiente sobre nosotros mismos a un estado en el que empezamos a percibir y comprender nuestra propio ser y nuestra naturaleza de una forma profunda y reveladora. Implica, no solo encontrar la respuesta a la pregunta ¿Quién soy Yo?, o, quizás sea más preciso decir ¿Qué soy Yo?, sino también ¿por qué estoy aquí?, ¿Cuál es mi propósito?

Podría ser que nos identifiquemos con nuestro cuerpo. Si así fuera, ¿dejaría de ser yo si pierdo alguna parte de mi cuerpo, un dedo por ejemplo, un brazo o una pierna? Me parece que los juegos paralímpicos desafían esa idea, porque la fuerza que demuestran las personas que allí participan no está limitada por su cuerpo ¿Entonces de donde viene tal fuerza sino de algo más profundo? Pero quisiera apuntar, si bien yo no soy mi cuerpo, mi cuerpo si forma parte de mí.

Podría ser que nos identifiquemos con algún grupo al que pertenecemos, una etnia, un equipo, una profesión, una empresa. Pero yo no soy el grupo, ni el grupo determina lo que soy, aun formando parte de él, y, sin embargo, el pertenecer a tal grupo habla de lo que soy. Depender del grupo o creer que soy lo que el grupo determina resulta una idea un poco peligrosa, porque ¿qué le puede suceder al Yo si por alguna razón dejo de pertenecer al grupo (por ejemplo si me expulsan)?

Podría ser que nos identifiquemos con nuestros pensamientos, con ideas en las que creemos profundamente. Pero, yo no soy mis pensamientos, ni siquiera mis sentimientos, y mucho menos las ideas en las que soporto mi visión de la realidad. Aunque pensar, creer y sentir, son parte de mi naturaleza. Soy algo más, soy el que piensa, el que siente, el que cree y soy a pesar de eso, incluso con otras creencias, pensamientos y sentimientos. Estoy más allá de eso.

Y podría aún profundizarse más (aunque no es necesario para el propósito de este artículo).

Al darse cuenta de sus pensamientos y las ideas que los sustentan, y desapegarse de ellos (quizás sería mejor decir; desidentificarse de ellos), una persona consciente evita que esas ideas interfieran con sus relaciones. Evita que tales ideas interfieran en la manera como responde ante la realidad. Y, más importante que todo eso. Es capaz de detener sus pensamientos, liberándose de todo el ruido que éstos generan y del yugo de sus propias ideas. Con ello gana en libertad.  No en vano se dice que no hay peor prisión que la de los propios pensamientos.  Por supuesto no todo lo que pensamos resulta ruidoso, de seguro hay gran valor en muchos de nuestros pensamientos.  Entonces, puede haber grandes beneficios en el hecho de observar los propios pensamientos y más valor al explorarlos, incluso al confrontarlos. Al hacerlo con interés y curiosidad, por así decirlo, la persona consciente puede sorprenderse, capturar aquello que le hace crecer y desechar lo que no. Ello le permite evolucionar su manera de pensar y ampliar su marco de referencia. 

Al darse cuenta de sus sentimientos, y desapegarse de ellos, la persona consciente adquiere mayor control de sí misma, no es que deje de sentir, es que elije como expresar lo que siente. Y, de hecho, puede darse cuenta de la relación entre pensamientos y emociones, y llegar a darse cuenta cuando un sentimiento tiene una base insuficiente o equivocada y, entonces, frenar el sentimiento antes de que ocurra, por ejemplo, el enojo o la indignación causados por cuenta de algo sin valor que alguien más ha hecho o dicho. Cuando se logra esto, la persona deja de verse afectada por lo que otros hacen o dicen, gana en serenidad, gana en control, se vuelve, nuevamente, más libre.

Liderazgo Consciente

Hemos llegado por fin al liderazgo consciente. Que, como se dijo al inicio de este artículo, de manera simple se refiere a un líder que ha crecido en consciencia. Al respecto es importante precisar que la esencia del líder se mantiene, pero al crecer en consciencia la percepción de la persona sobre su propio ser aumenta, con lo que sus habilidades y fortalezas se potencian, haciendo que su liderazgo fluya con mayor ímpetu y, además, sus debilidades se hacen visibles para sí misma, pudiendo gestionarlas (lo cual incluye apoyarse en otros para compensarlas).

Un líder consciente es especialmente poderoso porque al crecer interiormente tiene mucho más que entregar.  Como dice el Dalai Lama “El amor, debe dirigirse ante todo a uno mismo. Si no nos amamos a nosotros mismos, ¿cómo podríamos amar a los demás?” Que en mi opinión implica que la única manera de mejorar en el ejercicio del liderazgo es mejorarse a uno mismo. En consecuencia, la persona primero se lidera a sí misma y, a partir de ello, lidera a otras.

Por supuesto, cabe preguntarse si existen y han existido personas que, desde su rol político, religioso, social, familiar o empresarial, podrían catalogarse como líderes conscientes. Yo creo que sí, de hecho, estoy convencido que Martin Luther King, Mahatma Ghandi y Nelson Mandela son ejemplos visibles de ello.

Sin duda alguna King, Mandela y Ghandi, tenían madera de líder. Eran decididos, grandes comunicadores, tenían gran inteligencia emocional, influían sobre otros e impulsaban a la acción. No obstante, en su forma de liderar se ven algunos rasgos particulares que no parecen tan comunes: En primer lugar, su ser se expresaba con gran fuerza, no había apariencias, se mostraban tal cual eran. Así mismo sentían un profundo respeto por cualquier ser humano (incluso sus enemigos), guiaban sus acciones y decisiones por un propósito superior, de gran importancia, al que servían con gran ímpetu y devoción, profesaban un marco ideológico acorde con sus elevados principios morales y su sólido marco de valores, trabajaban permanentemente en fortalecerse, tenían un gran autocontrol, ejemplificaban lo que predicaban, además, sin duda alguna, sentían un vínculo muy estrecho con su gente. Pero también eran grandes estrategas, con resultados excepcionales y, cabe resaltar, que las consecuencias de sus acciones y decisiones fueron y siguen siendo excepcionalmente positivas.

A partir de la observación de estas personas, en mi artículo[1] “Defiendo el liderazgo consciente” he propuesto que, para identificar a un líder consciente es necesario hacerlo través de cuatro características o atributos específicos, a saber:

  • Un líder consciente tiene un elevado nivel de autoconsciencia.
  • Un líder consciente tiene un alto interés por los resultados, con visión de largo plazo.
  • Un líder consciente trabaja con la gente y tiene una gran preocupación por su gente.
  • Un líder consciente pone gran atención a las consecuencias e impactos de sus decisiones y acciones, buscando que sean positivas.

No me referiré a ellas para explicarlas en este escrito, por lo que invito a leer mi otro artículo, ya mencionado, para entender la lógica detrás de estos atributos y su relación con el Liderazgo Consciente. Sin embargo, cabría preguntarse si a una persona como el Dalai Lama, a quien considero un líder consciente, le aplican estos cuatro atributos.

Resulta evidente que el Dalai Lama tiene un elevado nivel de consciencia, ya que desde pequeño ha sido entrenado para la práctica de la meditación y le invierte tiempo a ello todos los días, pero, ¿le interesan los resultados al Dalai Lama? Yo creo que sí, pero lo importante es entender cuál es ese propósito superior al que apunta, el resultado que captura su interés. En mi opinión la preservación de la cultura tibetana. Si se ve de esta manera, claramente todas sus acciones apuntan en este sentido. De hecho, creo que ha sido muy exitoso, no solo en preservarla, sino en divulgarla, expandiendo su influencia alrededor de mundo. Y, además no lo hace solo, involucra a mucha gente en el logro de ese propósito, y claramente muestra una gran preocupación por su gente, la misma que uno podría sentir por un hermano, como si los viera a todos como sus hermanos. Y de seguro es así. Por último, es difícil encontrar muchas personas que cuiden tanto las consecuencias de sus acciones, buscando que todas sean positivas, que el propio Dalai Lama.

El mismo tipo de análisis podría aplicarse a Ghandi o Martin Luther King, a la Madre Teresa, o a Nelson Mandela y muchas otras personas, incluyendo algunos líderes empresariales.

Es importante precisar, como podrá intuirse a partir de lo dicho hasta ahora, que la diferencia fundamental entre el liderazgo consciente y otros tipos de liderazgo radica precisamente en aquella característica que da nombre al concepto, el nivel de autoconsciencia. De hecho, si esta característica no se presenta, podríamos estar ante otro tipo de liderazgo; en tal sentido es excluyente (no se daría aun sí las otras tres características estuvieran presentes).

Sin embargo, el nivel de autoconsciencia en sí no es suficiente para hablar de liderazgo consciente, y por ello hay que distinguir entre un líder consciente y una persona consciente. Para ello, propongo retomar la definición de liderazgo que propusimos hace un rato, en cuanto la habilidad de inspirar a otros para hacer que las cosas pasen. A partir de ello podemos afirmar que el hecho de que una persona haya crecido en consciencia, si bien implica que se lidera a sí mismo, no conlleva que lidere a otros.

Volviendo a la definición de liderazgo que propuse, me parece que resulta insuficiente cuando hablamos de Liderazgo Consciente, así que habría que reformularla. Quizás sería más preciso decir: Es el despliegue del propio ser en busca de un propósito superior, para inspirar a otros a que den todo de sí y hacer que las cosas pasen de la mejor manera posible. O algo así.


[1] El mencionado artículo, “Definiendo el Liderazgo Consciente”, puede encontrarse en: https://maximizar.com.co/definiendo-el-liderazgo-consciente/

Fuente fotos: https://unsplash.com/

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