Propósito y Actitud

Por Carlos Francisco Restrepo P

Hay que entender que ese concepto, al que venimos llamando propósito, normalmente no cuenta con unas bases totalmente racionales, de hecho, sus bases suelen ser, por decirlo de alguna manera, más intuitivas, e incluso quizás, instintivas o creativas. Por ello, para poder comprender cómo se lidera desde el propósito, hay que entender algunos elementos básicos de la naturaleza humana[1].

Si la gente que compone la organización está alineada con el propósito, significa que el Empresario ha logrado trasmitir adecuadamente su idea y contagiarla, y por tanto, que el comportamiento de dichas personas es coherente con lo que se espera, según su posición y nivel, y que ponen todo su empeño y energía en lograr los resultados esperados. Contrario sensu, si no hay alineación, el comportamiento y la actitud de las personas no serán los adecuados. Esto implica que el proceso de alineación requiere impulsar un cambio, de nivel personal, en las personas que trabajan en la organización.

Hace algún tiempo recibí uno de esos proverbios anónimos que circulan por el Internet, y que buscan promover la sabiduría, el cual contenía la siguiente afirmación:

Una persona cambia por tres razones: “Aprendió Demasiado, Sufrió lo Suficiente, o se cansó de lo mismo”

En general, me parece una afirmación interesante, y aparentemente la gente si cambia por estas razones, de hecho, cuando esto sucede el cambio parece darse desde la persona, de una forma natural. No obstante, aquí no encontraremos el camino para motivar e impulsar un cambio desde la empresa, puesto que las organizaciones no buscan hacer sufrir a sus empleados, o que estos se cansen de lo mismo, y hay un límite para la capacidad de impulsar el aprendizaje en quienes allí trabajan, puesto que éste no puede imponerse.

Partamos entonces de la premisa de que lo que la organización espera, es que las personas que allí trabajan, quieran cambiar, quieran alinearse con el propósito y en efecto traten de hacerlo. Con este punto de partida, propongo entonces mirar el cambio de nivel personal, cómo la sucesión de una serie de pasos y condiciones, tal como se muestra en la figura No. 1.

Figura No. 1: El cambio intencional

Como allí se ve, un cambio puede gestarse en la medida que una persona tenga la intención de hacerlo, y que dicha intención se transforme en una decisión que lleve a una acción intencional. La acción en sí es determinante, y sin ella no hay cambio, pues representa que en efecto el comportamiento de la persona es diferente y se está aproximando, o llegó, al punto deseado. No obstante, para que el cambio se consolide, es necesario que haya permanencia en la acción intencional, pues solo así se generará la huella neural (o hábito) que garantizará que las nuevas acciones sean incorporadas de forma definitiva e inconsciente en el comportamiento de las personas.

Ahora bien, he observado que la actitud de las personas influencia activamente tanto la intención como la decisión frente al cambio (a lo cual me referiré en los párrafos siguientes). Por otro lado, de conformidad con las conclusiones de Steve Zafron y Dave Logan, presentadas en su libro “Las Tres Leyes del Desempeño”, la percepción de una persona, respecto de su trabajo o los acontecimientos a su alrededor, define la manera como dicha persona actúa, no obstante, tal percepción es susceptible de ser modificada, y en la medida que es modificada cambia la manera como la persona se comporta.

Por último, lograr pasar de la intención a la acción intencional y hacer de ella algo permanente, requiere de disciplina,   y la disciplina, que es una virtud, es enriquecida o impulsada por el nivel de compromiso de la persona con su propia decisión de cambiar.

Para avanzar en este análisis es necesario explicar lo que entendemos por actitud:

Desde una perspectiva ética actitud es la “Manera de Ser, de ver y enfrentar la Vida”. Esta definición facilita el entender el popular proverbio de que “no vemos las cosas como son, sino que vemos las cosas según somos”, a manera de ejemplo, el optimista mira el vaso medio lleno, mientras que el pesimista lo ve medio vacío. Es decir, que en nuestra relación con el mundo, incorporamos filtros a la manera como interpretamos las cosas que nos rodean y las situaciones que nos acontecen, a cómo las percibimos, y en ello un filtro de gran relevancia es la actitud.

Para entender mejor este concepto veamos el siguiente listado de actitudes:

Pesimista vs Optimista

Víctima vs Luchador

Utilitarista vs Generoso

Materialista vs Espiritual

Superficial vs Profundo

Como puede verse en este pequeño listado, cada actitud tiene una contraria, opuesta a ella con una mirada al mundo totalmente distinta. Volviendo a nuestro ejemplo, el optimista mira el vaso medio lleno, mientras que el pesimista lo ve medio vacío, por su parte la víctima creerá que alguien se tomó parte de su agua para hacerle un mal, mientras que el luchador ignorará el vaso pues creerá que no necesita el agua en absoluto, a su vez el utilitarista pensará en vender el agua mientras que el generoso querrá regalársela a todo aquel que la necesite, y así sucesivamente.

A priori se puede tener el impulso de clasificar las actitudes entre positivas y negativas. De hecho, culturalmente, al optimismo se le da una connotación positiva y al pesimismo una connotación negativa, no obstante esta división, no es del todo justa, puesto que cualquiera de las actitudes presentadas en el listado puede verse tanto de una manera positiva, como de una manera negativa.

Veamos a Jose Saramago, el nobel de literatura portugués, quien nos presenta una interesante perspectiva en la siguiente frase dada en una entrevista que concedió al periodista Colombiano Yamid Amat:

“Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay”

De hecho, esta perspectiva, que parece darle un carácter positivo al pesimismo, no es única, o extraña, y por el contrario, viene a ser una posición bastante difundida y aceptada. En particular resulta coincidente con la postura de Voltaire, en su libro, “Candido y El Optimismo”, donde hace una fuerte crítica a la visión optimista del mundo presentada por Leibniz en su teoría “El Mejor de los mundos posibles”.

Personalmente me sentía confundido por esta división entre actitudes negativas y actitudes positivas, pues, en mi propia opinión, ambos tipos de actitudes parecen ser importantes para una sociedad, para una familia, e incluso para una persona; un ejemplo de ello, sería que un país necesita de los pesimistas para evidenciar los problemas, pero necesita también de los optimistas para superarlos, esto quiere decir, que un país sin pesimistas jamás superaría sus problemas, pero un país sin optimistas tampoco.

Por fortuna, hace poco tuve la oportunidad de escuchar la conferencia “Ideal y Misión de Vida” de Roberto Pérez, abogado, profesor y filósofo argentino, que me permitió entender la verdadera naturaleza de esta división. El Profesor Pérez explica que las actitudes se dividen en aquellas que responden a una mirada cualitativa de la vida, y aquellas que responden a una mirada cuantitativa de la vida. Esta explicación, simple en su concepción, nos permite profundizar el análisis a través del esquema que se presenta en la figura No. 2.

Figura No. 2: Mirada cuantitativa vs mirada cualitativa

Según la figura podemos concluir que una persona con una mirada cuantitativa de la vida tiene ambiciones, mientras que una persona que tiene una mirada cualitativa tiene aspiraciones. Ahora bien, quien logra sus ambiciones obtiene como resultado satisfacción y placer, mientras que, quien alcanza sus aspiraciones obtiene como resultado felicidad[2].

No necesariamente una persona puede encasillarse dentro de una sola actitud, de hecho, sumamos actitudes en nuestra relación con el mundo, como el caso del empresario, que requiere ser optimista para creer que sus sueños se pueden cumplir, pero también debe ser luchador para no abandonarlos en el intento. Así, frente a diferentes situaciones podremos asumir diferentes actitudes, por lo que es posible que tengamos una mirada cualitativa de algunos aspectos de nuestra vida, mientras tengamos una mirada cuantitativa de algunos otros, y para cada persona es diferente. Es decir, en algunos aspectos las personas buscaremos cumplir con nuestros intereses, mientras que en otros aspectos buscaremos el propósito, y de hecho, es posible que ambas cosas tengan puntos de coincidencia, es decir, que al cumplir con nuestros intereses los pongamos al servicio de un propósito, o que el servir a un propósito nos ayude a cumplir con nuestros intereses. Por tanto, parece algo inherente a la naturaleza humana el comprometerse en el logro de sus ambiciones, pero también en alcanzar sus aspiraciones.

En este punto, un referente importante a considerar, es Victor Frankl, el renombrado psicólogo Alemán que sobrevivió a un campo de concentración Nazi en la segunda guerra mundial, quien es considerado el padre de la Logoterapia. A partir de mi interpretación de su libro “El hombre en busca de Sentido”, podemos extraer algunos elementos adicionales a ser incorporados en nuestro análisis, a saber:

  • Las personas están en una permanente búsqueda de sentido. La búsqueda de sentido abarca lo que nos pasa y lo que hacemos, y hasta nuestra propia existencia
  • Es posible encontrarle sentido incluso a las situaciones más difíciles y adversas a las que nos vemos enfrentados. No obstante para cada persona el sentido es diferente, es decir, es único y personal
  • Encontrar el sentido cambia positivamente nuestra percepción de la situación y nuestra actitud hacia ella.
  • Cuando no se logra encontrar sentido, las personas se sienten perdidas, a veces derrotadas y tienden a desmotivarse, deprimirse, o alejarse.
Las observaciones de Frankl, nos permiten concluir que la gente se compromete con una idea, no porque su naturaleza sea altruista, o ayude a construir un mundo mejor, aunque a menudo lo es, sino porque le haya sentido, porque coincide con su ideal de vida, con un propósito o un interés, que es personal, particular, y está profundamente arraigado.
Así mismo, las conclusiones de Frankl también nos permiten volver al referente ya mencionado, del libro de “las tres leyes del desempeño” de Steve Zafron y Dave Logan, ya que, en la medida que encontrar sentido  cambia la percepción de una situación, la consecuencia es que cambia nuestra manera de actuar o reaccionar frente a dicha situación.

Por tanto, volviendo a nuestro modelo de cambio (presentado en la figura No.1) se puede afirmar que, una manera de influenciar a las personas, para que sus acciones se alineen con el Propósito de la organización, es ayudarlos a encontrar aquello que buscan, sea una aspiración personal o sea el logro de sus intereses, y si son ambas cosas mejor. Y también se puede afirmar que si esto se da, el resultado sería que tendríamos personas más felices y satisfechas con su trabajo.

Veamos si es posible sustentar esto con un ejemplo del mudo real, por lo que propongo observar los resultados de la Encuesta de Felicidad en el trabajo realizada por Adecco España en 2014 (ver Tabla No. 1).

 Tabla No.1 – Ranking profesiones más felices en España

Si se compara este ranking con las profesiones mejor pagas en España se ve claramente una diferencia que podría romper paradigmas.

Otro referente que puede analizarse es el estudio “The ten happiest jobs in América”, realizado por el National Organization for Research de la Universidad de Chicago, publicado en 2011, donde los sacerdotes, fisioterapeutas y bomberos, resultan ser las profesiones más felices.

De estos dos estudios, podemos concluir que las profesiones más felices, son aquellas en las que las personas encuentran sentido a lo que hacen y están muy lejos de ser las mejor remuneradas.

La anterior afirmación coincide de forma contundente con mis propias observaciones: Como consultor en temas organizacionales, he tenido la fortuna de poderme relacionar con Organizaciones dedicadas a la defensa de los Derechos Humanos, al desarrollo social y la defensa del medio ambiente. He visto como, en dichas organizaciones, a pesar de los bajos salarios, la poca estabilidad laboral, los elevados niveles de riesgo y las pocas o nulas prestaciones, la gente tiene un nivel de compromiso elevadísimo y es realmente feliz con lo que hace. La razón? lo que allí hacen coincide perfectamente con su Ideal de Vida, de hecho, en varias ocasiones he escuchado frases como: “Yo nací para hacer esto”, o “Este trabajo es lo más importante que me ha pasado en la vida”. ¿En cuántas industrias podríamos escuchar frases como esta? De acuerdo con los estudios presentados, seguramente los sacerdotes, bomberos, maestros, fisioterapeutas y periodistas podrían decirlas.

Liderar desde el propósito requiere de un buen pescador, que tenga conocimientos y disciplina, que tenga estrategia y organice su equipo, pero sobre todo, que tenga un ideal al que seguir, un sueño por alcanzar, ese algo que le dé el impulso y las ganas de seguir adelante, aún a pesar de la adversidad, y la convicción que lo haga seguir remando cuando otros abandonen el barco.

Liderar desde el propósito requiere de un buen pescador que le ayude a sus colaboradores a entender el sentido de lo que hacen, que entienda que las personas que trabajan en la organización también necesitan algo en que creer y quieren creer, y que tienen sus propios intereses y quieren lograr cosas, y que la organización puede ser un medio para obtener lo que necesitan y quieren.

Liderar desde el propósito requiere de un buen pescador que garantice coherencia entre el ideal, los valores y la acción, entre el sueño y la estrategia, entre el propósito y la estructura, entre el sentido y la evaluación. Un buen pescador que viva, y promueva valores coherentes con el propósito, que eduque con el ejemplo y se comprometa con lo que cree.

Liderar desde el propósito requiere de un buen pescador que esté dispuesto a cambiarse a él mismo, para impulsar un cambio en los demás, que esté dispuesto a tener la actitud correcta, promoviendo una mirada cualitativa de la vida, que esté dispuesto a subordinar los resultados cuantitativos frente a los resultados cualitativos de la organización.

Un buen pescador que, como lo dijo San Agustín, entregue “Tanta Libertad como sea posible, y tanto control como sea necesario”.


[1] Propongo que el lector tenga esto en cuenta, a pesar del nivel de conocimiento que tenga sobre  los elementos que componen la organización, y cómo, a través de ellos, se logran los resultados en términos de efectividad y productividad.

[2] Esta afirmación puede validarse al observar la vida de muchas personas que han abandonado todo lo material para servir a un propósito altruista o llevar una vida de santidad. También podría afirmarse que si los éxitos materiales o el poder, dieran la felicidad, todos los hombres ricos del mundo serían felices.

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