“No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”
Desde una perspectiva organizacional, este popular refrán, no significa un llamado a trabajar más horas o a dejar de lado el descanso, sino un llamado a la eficiencia.
¿Por qué a la eficiencia?
Para entenderlo, con el enfoque debido, es necesario explorar 4 conceptos clave de la gestión organizacional:
Eficacia: Hacer que las cosas pasen.
Eficiencia: Relación entre los resultados obtenidos y los recursos utilizados. Por ende, se es más eficiente en la medida que, para el logro de un determinado resultado se utilicen menos recursos[1].
Efectividad: Combinación sinérgica de eficacia y
eficiencia. Es decir, lograr que lo que debe ser hecho[2]
en efecto suceda y pase de la mejor manera, con una óptima utilización de
recursos.
Productividad: Aumento progresivo de la efectividad.
Partiendo de estas definiciones quiero proponer la idea de que, si bien es posible ser eficaz sin ser eficiente, lo contrario no se da, es decir, no es posible ser eficiente sin ser eficaz.
Hago esta afirmación porque pienso que no tiene sentido disminuir el flujo o uso de recursos en un proyecto o proceso al punto de no conseguir el resultado deseado (lo cual claramente iría en contravía del objeto social de cualquier organización), como tampoco lo tiene que, por la escases de éstos (los recursos) el resultado alcanzado no se ajuste a lo esperado, sacrificando calidad, incumpliendo especificaciones o haciendo menos de lo comprometido (lo cual contrariaría la idea de la efectividad, por cuanto en ella prima la idea de “lo que debe ser hecho”).
En consecuencia, la eficiencia no existe sin la eficacia y, consecuentemente, la eficiencia siempre debe estar subordinada a la eficacia. De allí el título de este artículo.