
Comienzo con una premisa: Los resultados, y por tanto el éxito, se alcanzan aprovechando oportunidades más que solucionando problemas
Este principio de la gestión organizacional, ampliamente difundido, y que ha sido claramente demostrado a lo largo de la historia [1], lanza un poderoso mensaje a los líderes y directivos de las organizaciones, en cuanto donde deberían concentrar su energía. En mi opinión quiere decir que la misión principal del líder, que es definir lo que debe ser hecho y crear las condiciones para hacerlo, se potencia en la medida que ello asegure para la organización la identificación y aprovechamiento de oportunidades que la proyecten con solidez hacia el futuro. También se deja entrever que el tiempo del directivo es demasiado valioso como para gastarlo en la minucia de solucionar problemas.
Sin embargo, resulta problemático, por decir menos, que las razones por las cuales la organización no identifica, no aprovecha, o desperdicia oportunidades, estén al interior de la misma organización, y que en muchas ocasiones los asuntos no resueltos, adquieren tal relevancia y protagonismo que ponen en riesgo su sostenibilidad.
Y problemático también resulta ser, que en muchas ocasiones las soluciones planteadas para dar respuesta a los problemas terminen siendo superficiales, insuficientes, o simplemente no acierten en cuanto a resolver la causa del problema.




Habiendo leído algunos textos sobre liderazgo y biografías de varios personajes significativos de la historia de la humanidad, he concluido que los verdaderos líderes, aquellos que suelen presentarse como ejemplo a seguir y que por tanto valdría la pena imitar, comparten una característica común: anhelan ser dignos, quieren ser merecedores de lo que tienen; por tanto, son auto-críticos y trabajan duro en construir una mejor versión de ellos mismos.