Un mundo donde el cambio es la constante

Por Carlos Francisco Restrepo P

Recientemente, en el ámbito organizacional, viene tomando fuerza el uso del término VUCA para ayudar a explicar las relaciones de una institución u organización con su entorno.  Sin embargo, no se trata de un concepto nuevo, de hecho, la sigla fue acuñada en la década de 1990 a 2000, al interior del sector defensa de los Estados Unidos, uniendo los conceptos Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad (por sus palabras en inglés). Con el término se buscaba describir, y ayudar a entender, las dinámicas y condiciones que ocurren en un mundo que pasó de estar dividido en bandos (durante la guerra fría), a uno donde hay multiplicidad de actores, tensiones y constante cambio.

Más que un concepto abstracto, el término VUCA contempla cuatro condiciones muy concretas que, aunque intangibles, tienen efectos muy reales sobre nosotros, sobre la manera en que vivimos, entendemos, nos relacionamos y tomamos decisiones, y en consecuencia sobre el desarrollo y desempeño de nuestras organizaciones. Cada una de estas cuatro condiciones tiene características e impactos específicos que se potencian al conjugarse, y si bien tienen gran capacidad de afectar, también representan oportunidad.

Como era de esperarse, una vez analizada la realidad del mundo post-guerra fría, y definido el concepto VUCA, quienes definieron el término, diseñaron un modelo para ubicar y relacionar las cuatro dimensiones y así poder analizarlas y entender mejor sus efectos, partiendo de dos variables: i) qué tanto sabemos de una situación, y ii) qué tanto podemos predecir el resultado de nuestras acciones. Dicho modelo se presenta en la figura siguiente:

Yo, sin embargo, prefiero una aproximación un poco menos científica, y explorar, desde una perspectiva más personal, cada una de las dimensiones. Veamos:

La ambigüedad, por ejemplo, aparece en el sinnúmero de significados que podemos dar a una situación, un concepto, una palabra o una cosa, los cuales no tienen que ver con la naturaleza de dicha situación o cosa, sino con nuestra propia naturaleza, es decir, interpretamos desde lo que somos, no desde lo que las cosas son. Así, donde unos ven placer, otros ven horror, otros ven sabor y otros más ven color, son ilimitadas las posibilidades.

Pero la ambigüedad puede ser engañosa, debido a nuestra capacidad de interpretar y dar significados, de buscar y construir causas para lo que pasa a nuestro alrededor, podemos no percatarnos de ella. En consecuencia, se genera sorpresa, y a veces rechazo, cuando descubrimos que existen otras interpretaciones, otras maneras de ver.

Y es que la ambigüedad surge de nuestra diversidad como especie humana y lo colectivo de dicha condición. Pero también surge del hecho que, a pesar del evidente desarrollo de la ciencia y del conocimiento humano, aún somos una especie joven y nos falta mucho por aprender, pues claramente la realidad y el universo son mucho más amplios que lo que alcanzamos a comprender.

Así, puede haber ambigüedad en las cosas, en los sueños, en las intenciones, en las expectativas, en los símbolos, en las costumbres, en las decisiones, en las acciones, en las palabras e incluso en las relaciones, y también en todo lo demás.

Solo para ilustrar: más allá de las ideas e intenciones que una organización desea transmitir a sus clientes, de las interpretaciones que asigna y de los conceptos que ha considerado al desarrollar los mensajes y simbolismos que trasmite en su comunicación al lanzar un nuevo producto,  estos podrán ser interpretados de múltiples maneras por sus clientes y competidores, por quienes la observan y se relacionan con ella, y por tanto dichas interpretaciones podrían variar significativamente de lo previsto, tomando a veces un carácter negativo, a veces uno positivo, y seguramente en muchas ocasiones, inesperado.

El impacto de la ambigüedad es la duda, la desconfianza y la parálisis, por lo que retrasa la toma de decisiones, afecta la innovación y la capacidad de reacción.

Sin embargo, lo atractivo del arte abstracto está precisamente en la gran ambigüedad que encierra, y las múltiples interpretaciones que desencadena. Con esto quiero decir, que la ambigüedad claramente representa oportunidad, pues a partir de la diversidad de interpretaciones se amplían los significados y desde allí se puede construir nuevo conocimiento y revelar múltiples alternativas que abren la puerta a nuevas realidades. Es decir, hay riqueza en la ambigüedad, pero descubrirla implica aceptar y abrazar la diversidad.

Ahora bien, buscar dicha riqueza no significa que nos debamos quedar quietos, contemplando la ambigüedad y analizando sus infinitas posibilidades en un estado casi catatónico, pues como ya dije el riesgo está en la parálisis; hay que decidir, elegir, tomar la iniciativa y avanzar con prontitud.

La complejidad por su parte se evidencia en la forma exponencial en que la sociedad actual genera y comparte información. Claramente la información disponible crece a tal ritmo que ya no sabemos qué buscar, pues cuando hay tanta información a nuestro alcance, a borbotones y en todos lados, ¿cómo saber cuál es útil y relevante?

Así mismo, la velocidad con la que se desarrolla la tecnología y evolucionan los negocios agrega aún más complejidad: Solo por poner un ejemplo valdría la pena mencionar que, en el 2005, hace apenas 12 años, no existían el iPhone, Twitter, el iPad, Uber, LinkedIn, Spotify, Netflix, Pinterest, Instagram, Snapchat. Alibaba ni WhatsApp, y de hecho varias de estas plataformas (si se les puede llamar así), basadas todas en tecnología, han cambiado la manera en que hacemos negocios, nos relacionamos, transportarnos e incluso nos vemos a nosotros mismos.

Claramente la complejidad crece rápidamente porque se alimenta de la individualidad, es decir, del afán de reconocimiento que es común a la mayoría de las personas, de la necesidad de realización y el anhelo de éxito, así como de nuestra necesidad de comprender el mundo, la exploración que surge de dicha necesidad y la creatividad que le acompaña. Y se potencia por cuenta de nuestra diversidad, de las infinitas maneras de interpretar la realidad y reaccionar ante ella, es decir, la ambigüedad impulsa la complejidad.

De las 4 dimensiones del VUCA quizás la complejidad es la que estamos enfrentando con mayor éxito, prueba de ello son las muchas, variadas y poderosas metodologías y herramientas tecnológicas que hemos desarrollado: hoy hablamos de minería de datos, CRM´s y ERP´s, solo por poner algunos ejemplos, y realizamos estudios de mercado, estudios de opinión, clasificamos, y analizamos cada vez más información, queriendo con ello controlar, entender y obtener aprendizajes relevantes que nos lleven a tomar mejores y más oportunas decisiones. De todas formas, cabe la duda de si esto resuelve el problema, o solo le añade más complejidad y por tanto confusión.

El caso es que la complejidad hace fluir la adrenalina, y por ello nos gusta, y nos vuelve impulsivos, pues cuando la máquina va a toda velocidad, y la tecnología la acelera más, no queremos quedarnos rezagados. Pero, frente a la velocidad, la pausa se hace necesaria, una pausa para analizar, reflexionar y decidir, y también una actitud abierta al cambio y al progreso.  Sobre todo hay que tener una clara visión de lo que se desea lograr, y entender que la información y la tecnología no son sino medios para ello, y entender también que gran parte de lo que sucede (la mayoría), si bien está a nuestro alcance, está fuera de nuestro control, y que, ante la multiplicidad de opciones la clave está en elegir, elegir un camino y ser coherente y constante. Es decir, para enfrentar la complejidad se requiere flexibilidad y capacidad de adaptación, pero sin sacrificar esencia.

Basta mirar las noticias para evidenciar la volatilidad. Volátiles están las relaciones entre países, así como el ambiente político interno de varias naciones (Colombia entre ellas). Y qué hablar del orden público, volátil la opinión pública y volátiles los ánimos; y con tanta emocionalidad en el ambiente la tensión sube y sube, y se generan conflictos, y de repente baja y vuelve a subir, y aparecen más conflictos.  Es como si viviéramos en una era menopáusica. Veo que en esto hay una relación entre ambigüedad y volatilidad, pues la mayoría de los conflictos no surgen de lo que se dice, sino de lo que se interpreta.

Y qué hablar del mercado y la economía, no son en lo absoluto ajenos a la volatilidad, pues volátil resulta el comportamiento de las acciones en la bolsa, volátil el comportamiento del consumidor, volátil el precio del petróleo, y volátil el valor del dólar.

Tal y como sucede con la ambigüedad, creo que la volatilidad también surge de nuestra naturaleza humana, pues contrario a las gotas de agua, que siempre recorren el camino de menor resistencia, las personas solemos escoger el camino de la dificultad, de la confrontación, del dolor.

La volatilidad representa cambio, pero a la vez inestabilidad (por ello hasta el clima parece volátil), por tanto, genera crisis y conlleva riesgos que tienen la capacidad de afectar la sostenibilidad de las organizaciones y los países; de hecho, no son pocas las empresas que terminan en bancarrota, o liquidación, por no ser capaces de enfrentar tanta volatilidad.

¿Y qué tal si a eso le sumamos la complejidad?

Pues la complejidad añade aún más volatilidad, pues la información se difunde, replica y multiplica a toda velocidad. Es simplemente algo incontrolable, como en el reciente caso del maltrato a un pasajero por parte de United Airlines, que se volvió viral y desplomó las acciones de la compañía.

Al igual que la complejidad, la volatilidad hace fluir la adrenalina, y claramente sube los niveles de estrés, pero también trae oportunidad para quien está atento y sabe pescar (emulando el viejo adagio de que en “río revuelto, ganancia de pescadores”). Claramente mucha riqueza ha surgido de la volatilidad… Aunque también pobreza.

Resulta claro entonces que para enfrentar la volatilidad hay que estar preparados, observar el entorno y actuar oportunamente, pero siempre decidiendo con serenidad.

Llegamos por fin a la incertidumbre, que se parece a esa molestia que llega cuando sabemos mucho de algo, hemos actuado conforme ese conocimiento y aun así sabemos que las cosas podrían no salir como esperamos, o la inseguridad que surge al contrastar nuestras expectativas contra los posibles obstáculos que podrían evitar alcanzarlas (aspecto en el cual, la información de la que disponemos, no siempre cierta y precisa, juega también un papel fundamental) o, la preocupación que viene con la posibilidad de no ver y por tanto dejar pasar oportunidades clave, o el nerviosismo frente a todo lo que podría llegar a ser, o llegar a no ser. Dicho de otro modo, incertidumbre es el miedo que sentimos cuando la razón interfiere con nuestros sueños.

“El futuro no es más incierto que el Presente”, afirmó el poeta y periodista estadounidense Walt Whitman, y creo que tuvo razón, ya que la incertidumbre es atemporal, pues se encuentra simultáneamente en el pasado, el presente y el futuro: En el futuro, pues se esconde tras ese afán por saber lo que va a suceder, de anticipar el resultado de nuestras decisiones y de nuestras acciones. Y es que la incertidumbre es como la niebla, que afecta nuestra capacidad de ver hacia adelante y por tanto dificulta prever y anticiparnos a posibles riesgos, pero también ante posibles oportunidades.

En el presente, pues reside en el deseo de saber lo que está pasando justo ahora, de descubrir lo que piensa nuestro interlocutor, lo que planea nuestro contradictor, o lo que hace aquel a quien hemos delegado y empoderado. Así mismo está en el pasado, en el anhelo de saber qué habría pasado o como serían las cosas “si yo hubiera …”.

Al vivir anhelando certeza es claro que la incertidumbre desestabiliza y produce angustia. Pero la certeza no es más que una ilusión que nos hace creer que todo resultaría mejor si supiéramos con exactitud lo que está pasando o lo que va a pasar, pues de seguro todos los planes que hiciéramos conseguirían el resultado buscado, y cada decisión que tomemos traería consecuencias positivas (para nosotros claro está). De seguro sería todo más cómodo, el camino del éxito sería claro, y no sufriríamos de estrés por no lograr lo que deseamos. Pero también de seguro todo sería más aburrido, y vivir no requeriría ningún esfuerzo de nuestra parte, pues lo bueno de la incertidumbre es que nos invita a estar alerta y listos para actuar, nos invita a ser creativos y a buscar opciones permanentemente, nos invita a salir de nuestra zona de confort.

No me queda ninguna duda que es gracias a la incertidumbre que el espíritu y el potencial humano se han forjado.

Así, lo bello de la incertidumbre es que todas las posibilidades están abiertas, y por ello nos invita a soñar, y son precisamente esos sueños y las esperanzas de alcanzarlos lo que nos obliga a ser mejores, lo que nos hace ser creativos, lo que nos impulsa a seguir adelante, a construir y progresar.

En resumen: la duda es mejor que la certeza porque abre la puerta a nuevas posibilidades, ya que cuando nada es seguro, todo es posible.

No hay mucho más que decir, sobre lo que un mundo VUCA es, y sin duda Mario Benedetti, el gran poeta uruguayo, lo expresó mucho mejor: “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”

No obstante, para concluir, debo resaltar que en un mundo donde reinan la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad, la capacidad de cambio no solo es una necesidad, sino que se vuelve la constante, siendo una de las más importantes competencias que una organización debe desarrollar. Y el liderazgo juega un papel fundamental en ello pues, más allá de los posibles impactos a nivel de recursos, estructura, procesos o tecnología, se requiere la serenidad para actuar con prontitud y prudencia, y la capacidad de incidir de manera profunda en las personas que trabajan en la organización, para que su actitud y comportamientos sean guiados por una visión y un propósito, para que estén atentos al entorno, para mantener la tensión y motivación necesarias de manera que la creatividad fluya y se encuentren nuevos caminos para que surja la innovación.  Desde allí se podrán afrontar los retos que un mundo en permanente cambio demanda y se podrá avanzar con paso firme hacia el futuro. ¡Bienvenido el VUCA!


Fuente fotos: https://unsplash.com/

Fuente Figuras: Maximizar Equipo Consultor

1 comentario

Alejandro Escobar

Muy interesante el concepto VUCA para entender la realidad.
Yo además resaltaría «El individuo», el valor que tiene (o no) la fuerza del espíritu de cada ser humano, su desarrollo personal del Ser (sobre el tener), esto como la «herramienta» con la que yo puedo lidiar con el cambio y la realidad VUCA.

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