Procesos vs Sentido Común

Por Carlos Francisco Restrepo P

Una anécdota personal para empezar:

Confieso que la tecnología me atropella, en lo que se refiere a ello creo que me quedé en el siglo pasado y el cambio tecnológico se me dificulta enormemente. Contrario a mí, mi esposa tiene una gran aceptación por las nuevas y múltiples posibilidades que ofrece la tecnología y cuenta con gran capacidad de adaptación para adoptar el uso de nuevos equipos, nuevas herramientas de software, nuevas plataformas digitales. Claramente la tecnología es su amiga.

No es de extrañar que, dado ese especial gusto y facilidad, ella explore y utilice con regularidad algunos de los más reconocidos portales de comercio electrónico para realizar, de manera virtual, compras de todo tipo de objetos. Yo la he observado y claramente veo que se trata de servicios muy bien estructurados que funcionan perfectamente, las cosas llegan en los tiempos y con las especificaciones establecidas en los respectivos sitios web y si al caso algún producto no resulta ser lo esperado, o la talla no se ajusta adecuadamente, se pueden realizar devoluciones o cambios sin ningún problema. Esto resulta muy impresionante dado el enorme volumen de transacciones que simultáneamente se realizan a través de estas páginas y habla claramente de lo bien diseñados que están sus procesos y la debida articulación de estos con la plataforma tecnológica que los soporta.

Recuerdo una ocasión en la que, luego de recibir un pedido, decidimos pedir el cambio de unos zapatos, si bien la talla era la que se había solicitado, en realidad no se ajustaron debidamente al pie de quien los iba a usar, para ese modelo en específico se requería de una talla menor. El procedimiento establecido por la plataforma implica realizar una solicitud de devolución, tras lo cual llega al correo electrónico registrado una guía de mensajería que debe ser impresa. El producto, en este caso los zapatos, debe ser nuevamente empacado en el mismo empaque en el que llegó, pegarle la guía y llevarlo a una determinada compañía de envíos. Así de simple, no implica costo alguno para el cliente. Unos días después los nuevos zapatos, de la nueva talla (la especificada en el cambio), llegaron a mi domicilio. 

El ser humano no es un recurso, tiene recursos

Por Carlos Francisco Restrepo P

Hace poco asistí a la conferencia “El potencial está en la mente” del Ingeniero Daniel Herrera Reginatto. Debo decir que antes de iniciar la conferencia no sabía nada de Daniel y por tanto no tenía ninguna expectativa particular, así que me tomó totalmente desprevenido y me dejó profundamente impactado el encontrar que tiene parálisis cerebral y que, a pesar de su evidente dificultad para moverse y hablar, no tuvo ningún problema en pararse frente a un grupo de profesionales y directivos, para darnos una lección de vida.

Su historia me pareció más que inspiradora y sus resultados, sin duda alguna, extraordinarios pues, para lograr lo que ha logrado, Daniel se ha pasado la vida rompiendo paradigmas.  Y es que Daniel estudió en el Colegio Hacienda los Alcaparros, que no es un colegio para personas en condición de discapacidad, ni nada parecido (allí, por cierto, también estudia mi hijo menor) y como si eso fuera poco, se graduó como Ingeniero Industrial de la Universidad de los Andes con una tesis premiada[1],  es coach certificado, además de emprendedor, toca piano y es un conferencista muy solicitado. Gran hoja de vida para alguien que apenas está rondando los 30 años, pero impresionante para alguien con parálisis cerebral (al menos desde el punto de vista que me dan mis propios paradigmas y desconocimiento).

De su conferencia quiero resaltar una idea central: Todas las personas tenemos debilidades, pero son nuestras fortalezas lo que nos permite transformar la realidad, empezando por la nuestra.

Y en efecto, es a través de sus fortalezas que Daniel ha salido adelante. Resulta evidente que cuenta con recursos sorprendentes, impresionantes de hecho, que le han permitido hacer grandes cosas, superando no solo los obstáculos impuestos por su condición, que no son menores, sino también aquellos impuestos por el entorno, a partir de estereotipos sociales fuertemente arraigados.

Esto me lleva a otra idea y es que los humanos más que ser un recurso, tenemos recursos.

La planeación participativa, estrategia para el empoderamiento de la organización

Por Carlos Francisco Restrepo P

“La Estrategia es la base fundamental o columna vertebral para el desempeño, el desarrollo y la sostenibilidad de una organización, es base para el gobierno y la dirección de la organización y se convierte en el referente, para orientar y alinear los esfuerzos de quienes la componen.

Si bien una gran estrategia sale de la mente de un gran estratega, este se enriquece significativamente cuando hace partícipe del proceso a su gente”.

Fueron estas, más o menos, las palabras de un profesor que dirigió un seminario sobre estrategia, dirigido a propietarios de empresas, en el que participé hace algunos años.

¡La estrategia de la organización es mi responsabilidad, y de la junta directiva!  ¿por qué habríamos de delegar ese derecho a la gente de la organización?, ¿qué saben ellos de estrategia? Intervino en tono pausado, pero inquisidor, uno de los participantes del seminario.

-Por supuesto es una pregunta legítima-, pensé, trayendo a colación mi rol dentro de mi recién creada empresa, así que con total interés centré mi atención en la respuesta del profesor.

¿Por qué siente usted que hacer partícipes a personas de la organización en el proceso de planeación es delegar la responsabilidad de la estrategia? Contestó el profesor. El silencio de todos los participantes dio por hecho que la respuesta fue suficientemente clara y contundente como para que nadie más preguntara, así que el profesor siguió con su programa sin dar más explicación ni profundizar en este tema.

¡Sin talento no hay paraíso!

Por Carlos Francisco Restrepo P

Recuerdo de mis años de colegio que una muy importante marca de bebidas gaseosas cambiaba tapas premiadas por yoyos con su logo estampado.  Recuerdo también que, para incentivar el consumo de su bebida y dar interés a tan sencillo premio, organizaban un gran concurso en busca de jóvenes talentos, seleccionando los mejores para llevarlos a competir por un gran premio en un programa de televisión con cobertura nacional.

Con el fin de impulsar y animar las inscripciones, los representantes de la marca recorrían los colegios llevando un grupo de jóvenes expertos en el manejo del yoyo, quienes venían de diferentes partes del mundo y hacían un pequeño espectáculo con toda suerte de piruetas y malabares sin fallar ni un solo truco. Este equipo élite, gracias a su increíble habilidad, recorría ciudades y países, salían en la tele y se tomaban fotos con gente famosa, ganando dinero solo por jugar yoyo.

¿Quién no querría ganar un concurso así?

De la interdependencia al alto desempeño

Por Carlos Francisco Restrepo P

El trabajo en equipo se ha convertido en uno de esos temas paradigmáticos de la gestión organizacional sobre los que se encuentran múltiples alternativas y aproximaciones. El punto, claro está, es instaurarlo en las organizaciones pues sus beneficios resultan evidentes.

Así, cuando se habla de trabajo en equipo surgen frases como las siguientes:

  • Lo imposible para el individuo es realidad para un equipo.
  • Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos hazlo en equipo.
  • Trabajar en equipo divide el trabajo y multiplica los resultados.

Yo, por supuesto, estoy de acuerdo con tales afirmaciones y tengo mis propias ideas sobre el tema, así que creo que vale la pena profundizar. Para hacerlo, me apoyaré en la madre naturaleza, que ha sido, y sigue siendo, fuente de aprendizaje, reflexión y comparación para los seres humanos, incluso desde nuestras primeras etapas evolutivas, pues, cuando de trabajo en equipo se trata, todos los caminos y comparaciones nos conducen al lobo.

El grande y poderoso ejemplo

Por Carlos Francisco Restrepo P

Siento que uno de los principales objetivos del liderazgo es la transformación, es decir impulsar a otros a realizar un cambio en su vida, de manera que elijan un determinado camino, aprendan nuevas maneras de ser o hacer y a partir de ello actúen por propia iniciativa, crezcan y desaten su potencial, para que pongan todo eso al servicio de un propósito superior y se comprometan a buscar resultados sobresalientes,

Frente a tal idea debo precisar que, como en el caso de un escultor, el liderazgo no se trata de crear personas nuevas, sino de descubrir, y liberar, algo que ya está allí, pero permanece oculto; y, como el artesano, se trata de crear nuevas y mejores realidades a partir de los recursos disponibles. Por ende, el verdadero liderazgo no se escuda en lo que le hace falta, construye con lo que tiene.

Explicado mi marco de referencia a este respecto, comienzo este escrito con una afirmación: Contribuir a la transformación de otros solo es posible desde el ejemplo.

¡Porque el ejemplo tiene gran poder!

El valor para acercar la organización a su gente

Por Carlos Francisco Restrepo P

No es exageración, ni tampoco ciencia ficción, es de hecho algo más común de lo que podría pensarse, aunque desafortunadamente no conozco estadísticas que lo corroboren. Así  que espero que baste con mi testimonio, y mi palabra suene creíble cuando afirmo que he podido constatar, en más de una ocasión, que hay empleados de banco que no tienen cuenta bancaria en su lugar de trabajo y, por el contrario, guardan todos sus ahorros en otra entidad; también he conocido de empleados de la compañía que me presta el servicio de internet y televisión por cable, que contratan, para su propia casa, el servicio con otro operador; y que no me falte mencionar a los empleados de una reconocida cadena de supermercados que compran sus víveres en la competencia.

Y es posible que muchos conozcamos a personas que, trabajando en un determinado lugar, no recomendarían a nadie el adquirir los productos o servicios que allí ofrecen, o al menos no muestran ningún interés en hacerlo.

¿Parecieran estos ejemplos (que de seguro han sido pocos) evidenciar molestias, rechazo, desconfianza, o al menos indiferencia, de los empleados hacia las marcas que pagan su salario?, y, ¿podrían estas situaciones ser una explicación a los altos índices de rotación que tienen muchas organizaciones? ¿No deberían ser los propios empleados, los primeros fanáticos de una marca?

Un mundo donde el cambio es la constante

Por Carlos Francisco Restrepo P

Recientemente, en el ámbito organizacional, viene tomando fuerza el uso del término VUCA para ayudar a explicar las relaciones de una institución u organización con su entorno.  Sin embargo, no se trata de un concepto nuevo, de hecho, la sigla fue acuñada en la década de 1990 a 2000, al interior del sector defensa de los Estados Unidos, uniendo los conceptos Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad (por sus palabras en inglés). Con el término se buscaba describir, y ayudar a entender, las dinámicas y condiciones que ocurren en un mundo que pasó de estar dividido en bandos (durante la guerra fría), a uno donde hay multiplicidad de actores, tensiones y constante cambio.

Más que un concepto abstracto, el término VUCA contempla cuatro condiciones muy concretas que, aunque intangibles, tienen efectos muy reales sobre nosotros, sobre la manera en que vivimos, entendemos, nos relacionamos y tomamos decisiones, y en consecuencia sobre el desarrollo y desempeño de nuestras organizaciones. Cada una de estas cuatro condiciones tiene características e impactos específicos que se potencian al conjugarse, y si bien tienen gran capacidad de afectar, también representan oportunidad.

Como era de esperarse, una vez analizada la realidad del mundo post-guerra fría, y definido el concepto VUCA, quienes definieron el término, diseñaron un modelo para ubicar y relacionar las cuatro dimensiones y así poder analizarlas y entender mejor sus efectos, partiendo de dos variables: i) qué tanto sabemos de una situación, y ii) qué tanto podemos predecir el resultado de nuestras acciones. Dicho modelo se presenta en la figura siguiente:

De una mosca en la sopa a experiencias de servicio sobresalientes

Por Carlos Francisco Restrepo P

Mesero, mesero, hay una mosca en mi sopa. Con esta frase comienzan muchos chistes. Uno de ellos es el del mesero aquel que, cuando escuchó el enfurecido reclamo del comensal, se acercó y ceremoniosamente despojó de guante su mano. Inclinado sobre el plato, con delicadeza, metió el pulgar e índice al caldo. Sacó el animalito, lo vio con detalle acercándolo al entrecejo. Luego, mostrándolo al cliente le explicó: “Disculpe usted caballero. No es mosca, es mosco”

Esta clase de historias, en realidad narran episodios ejemplarizantes de mal servicio. De seguro el pobre cliente, víctima de tal situación, jamás regresará a ese restaurante, y lo peor de todo es que es altamente probable que ni el mesero, ni el dueño del restaurante, y mucho menos el cocinero, se pregunten qué falló.

¿Qué fallo? ¿Falló la estrategia de servicio, fallaron los procesos, falló la gente?  Algunos dirán que nada, al fin de cuentas no es más que un chiste. Pero no se trata solamente de ficción, la vida real está llena de casos de mal servicio que, si bien no traen como protagonista una mosca, siempre involucran a un cliente. He aquí, solo por poner un ejemplo, un caso real que me fue compartido por un amigo:

Redefiniendo el éxito

Por Carlos Francisco Restrepo P

En el mundo de hoy, tan dinámico y cambiante, la palabra éxito ha adquirido una posición preponderante y lidera, de lejos, el listado de palabras que más se utilizan en el ámbito organizacional.

Sin embargo, ÉXITO resulta ser una palabra extraña, pues a pesar de ser un concepto atemporal, se quiere tener cuanto antes y ojalá muy rápido; a pesar de ser algo intangible, tememos perderlo o no llegar a sentirlo; a pesar de no tener género, mueve a hombres y mujeres por igual; a pesar de no tener sensibilidad, nos lo tomamos muy en serio; a pesar de no ser una persona, y por tanto no tratarse de un líder y menos de un santo, tiene millones de seguidores; a pesar de no ser un concepto matemático, inventamos miles de fórmulas para alcanzarlo.

Pero, ¿qué sabemos del éxito?

Sabemos que requiere de ciertas condiciones, y parece haber consenso en que una de ellas es aceptar el riesgo de fracasar; de hecho, la mayoría de quienes se consideran exitosos afirman haber fracasado muchas veces. Parece claro entonces, que el miedo al fracaso, a la derrota, al rechazo, o a perder lo que se tiene, resultan fuertes impedimentos para avanzar. ¡Es el temor a caernos lo que nos impide volar! Diría que sin fracaso el éxito solo es algo fortuito.