La peor ineficiencia es la ineficacia

Por Carlos Francisco Restrepo P

“No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”

Desde una perspectiva organizacional, este popular refrán, no significa un llamado a trabajar más horas o a dejar de lado el descanso, sino un llamado a la eficiencia.

¿Por qué a la eficiencia?

Para entenderlo, con el enfoque debido, es necesario explorar 4 conceptos clave de la gestión organizacional:

Eficacia: Hacer que las cosas pasen.

Eficiencia: Relación entre los resultados obtenidos y los recursos utilizados. Por ende, se es más eficiente en la medida que, para el logro de un determinado resultado se utilicen menos recursos[1].

Efectividad: Combinación sinérgica de eficacia y eficiencia. Es decir, lograr que lo que debe ser hecho[2] en efecto suceda y pase de la mejor manera, con una óptima utilización de recursos.
Productividad: Aumento progresivo de la efectividad.

Partiendo de estas definiciones quiero proponer la idea de que, si bien es posible ser eficaz sin ser eficiente, lo contrario no se da, es decir, no es posible ser eficiente sin ser eficaz.

Hago esta afirmación porque pienso que no tiene sentido disminuir el flujo o uso de recursos en un proyecto o proceso al punto de no conseguir el resultado deseado (lo cual claramente iría en contravía del objeto social de cualquier organización), como tampoco lo tiene que, por la escases de éstos (los recursos) el resultado alcanzado no se ajuste a lo esperado, sacrificando calidad, incumpliendo especificaciones o haciendo menos de lo comprometido (lo cual contrariaría la idea de la efectividad, por cuanto en ella prima la idea de “lo que debe ser hecho”).

En consecuencia, la eficiencia no existe sin la eficacia y, consecuentemente, la eficiencia siempre debe estar subordinada a la eficacia. De allí el título de este artículo.

El Liderazgo Consciente hace organizaciones más sólidas y sostenibles.

Por Carlos Francisco Restrepo P

Los jefes son como las nubes…. ¡¡ cuando desaparecen, el día se arregla!!

Es muy común encontrar chistes que, en una línea similar, muestran una imagen negativa del liderazgo.  ¿Es generalizada esta visión? ¿Por qué de ella?

Frente a esta cuestión, en varias ocasiones he escuchado, como argumento para explicarla, que el número de cargos de liderazgo en una organización es mucho menor que el número total de cargos, y que, dado que la mayoría de la gente quisiera ser jefe, pero solo unos pocos lo logran, es una forma de desahogo.

Aunque es cierto que los cargos de liderazgo son menos, no coincido con que esa sea la principal razón de la mala imagen que muchos jefes tienen. En parte porque conozco varias organizaciones en las que sus lideres son queridos y valorados por su gente, y, en parte porque no creo que la mayoría de la gente quiera tener una posición de liderazgo, ni asumir las responsabilidades, el nivel de exposición o los riesgos que ello implica.

¿Entonces?

Para llegar a una respuesta que aporte valor, propongo empezar explorando las responsabilidades que alguien con una posición de liderazgo en una organización debe tener, llámese presidente, gerente, director, coordinador o jefe. Al respecto, y sin demeritar que puedan existir otras funciones y responsabilidades, yo limitaría el listado a cuatro, en las que considero se concentra la esencia del asunto:

  • Definir lo que debe hacerse y lograrse
  • Conseguir que en efecto ello suceda
  • Hacer que pase de la mejor manera posible
  • Hacerlo de manera sostenible.

Sanas Intenciones

Por Carlos Francisco Restrepo P

¿Alguna vez has dicho o hecho algo sin la intención de hacerlo y luego te has lamentado de ello?

¿Alguna vez tus acciones o palabras han sido malinterpretadas por otras personas y terminas siendo objeto de señalamientos por algo que no tenías la intención de producir y que quizás consideras que no tiene nada que ver con lo que tu hiciste o dijiste?

Como parte de mi experiencia como consultor y consejero, he tenido la oportunidad de conversar con cierta profundidad con personas que han sido objeto de diligencias de descargos en procesos disciplinarios y otras a quienes se les ha tomado testimonio como investigados en procesos de responsabilidad fiscal.  Partiendo de la presunción de que dichas personas son inocentes de los comportamientos de los que se les acusaba, he notado que a todas ellas se les dificulta ver sus acciones sin filtrarlas a partir de sus intenciones, de hecho, todas parecían chocar con la idea de que, en los procesos de los cuales eran parte, se les juzgara sin considerar sus intenciones.

Cabe cuestionar si es esta una observación aislada, una coincidencia, o ¿será que es algo común, e inherente al ser humano, el que nos moleste que los demás nos juzguen por lo que hacemos o dejamos de hacer, o por las consecuencias de ello, sin tener en cuenta nuestras intenciones?

De ser así, es necesario preguntarse el por qué.

Cosechamos lo que sembramos

Por Carlos Francisco Restrepo P

Hace poco leí un texto escrito por Mauricio Cardona, uno de los maestros que la vida me ha puesto, que surgió como respuesta a un texto que, sobre la perfección, mi muy querido Alberto Merlano y yo escribimos a dos manos hace unos días. En el texto Mauricio hace mención a la hipótesis de la causación continua, y desde allí desarrolla algunos de sus argumentos.

Mi primera reacción frente a este asunto fue de confusión, no porque hubiera algo malo en la lógica presentada por Mauricio, sino porque, de alguna manera me llevó a cuestionar nuestra propia responsabilidad frente al papel que tenemos como arquitectos de nuestra vida. Si nada está en mi control, ¿cómo puedo ser piloto de mi destino? Si nada está bajo mi control, ¿no me exime ello de toda responsabilidad sobre mis propias acciones?

Así que el texto me llevó a cuestionar si es válido hablar de «causalidad» y a preguntarme si es verdad que todo lleva un rumbo determinado o si determinamos nuestro rumbo. Y como una cosa lleva a la otra, tal cuestionamiento me llevó a concluir que, respecto de mi propia vida, solo haciéndome causa es válido hablar de causalidad.

Reflexiones sobre Capitalismo Consciente

Por Carlos Francisco Restrepo P

En su libro Capitalismo y Libertad, publicado en 1962, el premio nobel de economía, Milton Friedman, compartió la idea de que la única responsabilidad social de una empresa es usar sus recursos para aumentar sus beneficios. A esta idea se le conoce como la teoría de los Accionistas. La única restricción que la teoría impone es que esto debe lograrse en un ámbito de competencia libre y abierta, sin engaño ni fraude. Me parece que en parte ello ha delimitado el ejercicio de la ética empresarial en los últimos 60 años.  

Me parece que esta era una idea que en ese entonces ya estaba ampliamente generalizada en el mundo empresarial y básicamente Friedman puso en pablaras algo que desde muchos años antes residía en el inconsciente colectivo: El propósito de una empresa es dar prosperidad a sus dueños, por tanto, la principal responsabilidad de un líder empresarial consiste en fortalecer la producción y aumentar los beneficios. Claramente, ello parece ser la esencia del capitalismo… al menos en su forma tradicional.

Un legado significativo

Por Carlos Francisco Restrepo P

Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.

Para mí, este verso del poeta y dramaturgo alemán Bertolt Brecht, en su trasfondo habla de la importancia de dejar un legado. Y por legado me refiero a ese algo que construimos a lo largo de nuestra vida y que es el resultado de cómo la vivimos, quedando para las siguientes generaciones como testimonio de lo que fuimos.

Ello conlleva a la idea de que un legado puede ser bueno o malo, positivo o negativo, porque así como existe el bien también existe el mal. Y claramente es así, basta con pensar en cuál fue el legado de la Madre Teresa de Calcuta y compararlo con el legado que dejó Pablo Escobar. Claramente algunas personas dejan tras su paso desunión, odio, destrucción, desolación, conflicto, muerte, miseria, mientras que otras dejan progreso, conocimiento, amor, felicidad, bienestar, unidad, vida.

Liderazgo y Consciencia

Por Carlos Francisco Restrepo P

Visto desde una perspectiva simple, el Liderazgo Consciente hace referencia a aquel líder que ha crecido en consciencia. En pro de entender correctamente este tipo de liderazgo, resulta importante explorar cada uno de los dos conceptos involucrados: Liderazgo y Nivel de Consciencia. Así, en este escrito, haré una revisión de éstos, para luego integrarlos, todo ello como un ejercicio de aproximación al Liderazgo Consciente.

El liderazgo como concepto:

Desde mi perspectiva, Liderazgo es el arte de inspirar a otros para hacer que las cosas pasen.

De tal definición se desprende que no se puede hablar de liderazgo sin considerar la búsqueda de resultados. A mi manera de ver se trata de una búsqueda intencional, el líder apunta a unos ciertos objetivos y moviliza su energía a la consecución de estos.

Otro elemento implícito en esta definición es la movilización de energía humana. Debe entenderse que sin gente no hay liderazgo. Es decir, no es el líder en sí quien consigue los resultados, aunque participa de ellos, sino que éstos se alcanzan a través del concurso voluntario de otras personas. Allí radica la principal diferencia entre el líder y un ejecutor, o entre el líder y un artista. Es el artista quien realiza la obra, el ejecutor quien hace la tarea, el resultado es su mérito, fue su energía la que lo produjo. Pero, en el ámbito organizacional, así como en otros espacios, es común que los resultados deseados excedan lo que es posible hacer para una persona, así que se requiere de la participación de otros, de muchos quizás, para lograrlos. Y allí es cuando el liderazgo se convierte en una necesidad. Por ende, la energía del líder se concentra en lograr que otros inviertan la suya en pro de una causa común, y ello genera sinergia, es decir, una cantidad total de energía que es más que la suma de las energías invertidas.

Esta reflexión implica que el líder tiene gran poder, pero no me refiero a un poder otorgado por alguien o inherente a una posición, sino al hecho de que el líder influencia a otros, sea positiva o negativamente, principalmente porque posiciona ideas, algunas de las cuales se arraigan tanto que la gente mata o está dispuesta a morir por ellas. Pero no se malentienda, yo no percibo el liderazgo como ejercicio de poder, sino como un acto de servicio, de entrega y sacrificio. Implica de alguna manera el desprendimiento de uno mismo para ser más que uno mismo. 

El beneficio de la duda

Por Carlos Francisco Restrepo P

En mi opinión hay pocas cosas que mejor reflejen nuestra naturaleza humana que dudar y, al mismo tiempo, aunque resulte curioso, pocas cosas que nos avergüenzan más que dudar. Resulta, por no decir menos, un poco contradictorio. 

He escuchado que la duda agobia más que el fracaso. Creo que se refiere al hecho de no saber cuál sería el resultado de tomar una determinada decisión o de aceptar un riesgo. Y es que la duda es incómoda, produce una sensación de incertidumbre e inseguridad, enreda, infunde temor y vacilación, vacío y preocupación. Dudar nos parece una señal de debilidad (y hay una creencia muy arraigada en ello). Por consiguiente, la duda puede llevar a la inacción o a actuar erráticamente.

Me parece que mucha gente siente que la fortaleza de un líder radica en no dudar o que es la sabiduría lo que le permite que algunos estén libres de dudas. En consecuencia, el líder siempre sabrá qué hacer. Pero la realidad es otra, un verdadero líder duda, como cualquier ser humano. Y quizás más, porque se enfrenta con mayor frecuencia a decisiones difíciles, incluso a algunos callejones sin salida, donde todas las alternativas de decisión resultan agridulces, y hasta el no hacer nada se convierte en un problema con consecuencias negativas. Tampoco creo que la sabiduría sea un antídoto a la duda. Quizás es lo contrario, para ser sabio hay que aceptar que se duda. De hecho, entre más sabio alguien es, más consciente es de que lo que sabe es apenas un fragmento del conocimiento que existe, y aún menos que el conocimiento que falta por construir o descubrir ¿Cómo no dudar? La diferencia entre el líder y otros, entre el sabio y otros, no está en la ausencia de duda, sino en lo que hacen cuando se enfrentan a ella. Claramente no dejan que los detenga.

La calidad más que estandarización, requiere evolución

Por Carlos Francisco Restrepo P
Foto por Jan Kaluza, disponible en https://unsplash.com/

¿Que era un auto de calidad hace 60 años?, de seguro era sólido, grande, macizo, durable, funcionaba y contaba con el respaldo de una gran marca.

¿Que era un auto de calidad hace 30 años?, muy probablemente era compacto, incorporaba dispositivos electrónicos, funcionaba y contaba con el respaldo y garantía de una gran marca.

¿Que lo es hoy?, sin duda alguna el concepto involucra su autonomía e impacto ambiental, la seguridad abordo y, obviamente, el hecho de que funcione y que tenga el respaldo y garantía de una gran marca.

¿Qué será en el futuro?

Navegando en medio de la incertidumbre

Por Carlos Francisco Restrepo P

Creo que enfrentar crisis es parte natural de ser empresario, algo inherente a la gestión. Muchos hemos tenido que vivir la pérdida de un cliente clave, o la fuga de información estratégica, o la partida de un empleado destacado, o el rechazo de un inversionista deseado e incluso quiebras y cosas peores. Si bien el COVID es una experiencia nueva para todos, de alguna forma solo es una crisis más.

Lo que pasa con las crisis es que representan peligro, y en ocasiones se trata de un gran peligro, pues tienen la capacidad no solo de desestabilizar, sino de destruir. Así que existe la posibilidad de salir mal librado, o simplemente no salir de ello. En consecuencia, resulta natural que las evitemos, pues nadie quiere vivir circunstancias difíciles y mucho menos poner en riesgo lo que con tanto esfuerzo hemos construido y logrado.    

Por supuesto una quiebra o un terremoto, y ahora el freno de la economía producido por el Covid 19, son circunstancias peligrosas, duras y difíciles de vivir. Pero al mismo tiempo de ellas puede surgir la posibilidad de aprender y, en muchos casos, tales situaciones conllevan oportunidad, de hecho, podrían ser la clave para evolucionar, reinventarse y salir fortalecidos.  Quizás es por ello por lo que el ideograma chino que representa la palabra crisis está conformado a su vez por otros dos ideogramas: problema y oportunidad.

Ahora bien, tal vez uno de los efectos de las crisis más difíciles de afrontar es la incertidumbre.